Periodista

Es curioso cómo no se sabe qué o quién provocará la chispa que encienda la polémica y ésta discurra como la pólvora, encendida por los vericuetos de la ciudad hasta explotar, las más de veces, como un gatillazo. Pero siempre es de agredecer algo de tensión urbana, presión de fuerzas vivas, pulsión libertaria y debate de ideas y pareceres; aunque no estaría de más escoger, quizá, el objeto/muñeco que se va a manosear hasta hacerlo papilla sin que, finalmente, lo disfrute niño alguno. Esta vez han sido los monumentos dedicados a Ibn Marwan, fundador de la ciudad, y a los poetas Valhondo, Pacheco y Lencero. Y está bien. Aunque con lo que ha caído en este pueblo, y sigue cayendo, en materia de gestión y administración pública, no deja de extrañar, ¿o sí?, que el pin-pan-pún sea de nuevo un objeto inocente y neutro, ¿o no?. No comparto, aunque respeto, que se intente comparar hasta el punto de medir ambas imágenes. Tampoco la figuración es mi fuerte; mucho menos los monolitos, que sirven para todo y todos. Pero ¿por qué sería más importante el fundador que los vates? Lo digo así porque así se ha planteado, porque yo no los compararía nunca. Y además, de serlo, ¿conllevaría mayor tamaño Marwan que los poetas?, que Valdés considera menores y yo ´gloria bendita´, por la lucidez azul de Pacheco, la profundidad lírica de Valhondo y la ternura luchadora de Lencero. Puestos a medir, se acaba con ´¿quién la tenía más grande?´, aunque entonces ¿cómo sería la estatua del ilustre pacense Godoy?. Aquí, el ayuntamiento ha recogido el sentir pacense. Y yo ni soy, ni quiero ser, objetivo con Valhondo y Pacheco.