Fue el entonces portavoz municipal de Ciudadanos, Luis García-Borruel, el que cambió. Pasó de llevarse bien con el PP a entrar en un nuevo círculo de amistades. Se arrimó a quien no debía y su partido (que con él como cabeza de lista había conseguido dos concejales en el Ayuntamiento de Badajoz) dejó de quererlo. Ya no representaba su ideario. Se rompió el amor. Ahí empezó y acabó todo, según se puso de manifiesto en la rueda de prensa conjunta que ofrecieron el martes pasado la concejala de Cs, Julia Timón, y el alcalde de Badajoz, Francisco Javier Fragoso, amparados por cargos de sus respectivos partidos, para dar cuenta de la nueva etapa que se abre en la legislatura municipal y que vuelve a ser la de confraternización entre ambas fuerzas políticas.

La rueda de prensa de Fragoso y Timón fue muy clarificadora. Los partidos están por encima de los personalismos. Ése es el lema y ése fue el problema. Borruel se convirtió en un nombre propio. En aquellos momentos Julia Timón era poco más que un voto. Para que Ciudadanos llegase a un acuerdo con el PP que permitiese la investidura como alcalde de Fragoso, debió recibir el visto bueno de la dirección nacional de la formación naranja. Como también tuvo que seguir este proceso para apoyar los presupuestos municipales del 2016. Eso de que los grupos municipales son independientes, en estos lares no se aplica. El problema es que el entonces portavoz municipal de Cs dejó de creer en el PP por el incumplimiento -eso decía- de los acuerdos alcanzados. Había perdido la confianza. También Julia Timón lo dijo y lo hizo al lado de su entonces compañero de grupo. Borruel buscó malas compañías, que ni el PP estaba dispuesto a consentir de su socio, ni Cs iba a permitir. Lo dejaron claro Fragoso y Timón en la rueda de prensa: a Podemos, ni agua. No es posible la más mínima sospecha de que existe cierta sintonía o coincidencia de criterios. Hay incrédulos que aún piensan que la política municipal se basa fundamentalmente en personas, que los partidos están para trazar las líneas programáticas, pero las relaciones entre los miembros de la corporación son cuerpo a cuerpo, para bien o para mal, y los compromisos son de los concejales con la ciudad donde viven.

Borruel y el portavoz de Podemos Recuperar Badajoz, Remigio Cordero, se conocen desde hace años debido a sus mutuas dedicaciones profesionales y no se sentían alejados como Cs pretende defender desde el estrado de la partitocracia. La sintonía con el portavoz y el grupo socialista se fue fraguando a base de diálogo, reuniones, tertulias radiofónicas y comidas compartidas. Ése fue el cambio que llevó a Borruel a su perdición. Ya no era el que era porque dejó de fiarse del PP y puso en un brete la continuidad de los populares en el gobierno municipal, algo que hasta la fecha Fragoso y su equipo no se habían planteado.

Tres veces se han dado la mano el PP y Cs en el Ayuntamiento de Badajoz en esta legislatura. Con caras de satisfacción por ambas partes. Pero en el último apretón ha cambiado uno de sus protagonistas, que casualmente había sumado su voto a los dos primeros acuerdos. En varias ocasiones ha llegado a afirmar el alcalde que Borruel se movía por intereses personales, pero no ha concretado cuáles. El martes, incluso, llegó a afirmar que en aquellos dos primeros contratos había «letra pequeña» de cuyo contenido se enteró después. Da la impresión de que no han estado ni están todas las cartas sobre la mesa. Los ciudadanos tienen derecho a conocer los detalles, si es verdad que cuando firman están pensando en ellos.