No se les ocurre practicar la sentencia de que lo mío es de todos, pero sí al contrario: lo de todos también es mío, sobre todo mío. Es lo que piensan quienes han liquidado las bolsas que el Ayuntamiento de Badajoz colocó la semana pasada en 75 expendedores destinadas a recoger las heces de los perros y que en tan solo tres días se agotaron. A no ser que la población canina pacense haya sufrido un proceso vírico que ha causado el vaciado intestinal de todas las mascotas de la ciudad, sólo cabe pensar que las bolsas se han convertido en objeto de deseo de los amigos de los bienes públicos que están al alcance de la mano sin contraprestación. Como son gratis, me las llevo, aunque no me hagan falta. También creen que lo público es suyo los que han arrancado de raíz 29 de los 30 rosales sembrados por el servicio municipal de Parques y Jardines en el entorno de Puerta Pilar. Han dejado uno de muestra: todo un detalle. Resulta esperanzador que quien así se comporta al menos sienta amor por mantener vivas las plantas, pues no se lleva las flores sino todo el ejemplar entero, se entiende que para trasplantarlo en un sitio donde sólo él pueda disfrutarlo, ahorrándose así el coste de una maceta, que debe estar por las nubes en lugar de por el suelo. Hay que tener cara -y guantes gruesos- para dedicarse a hurtar rosales, a los que el diablo carga de espinas.

Pero los que más cara -y espaldas- han demostrado tener han sido los que repetidamente se han apoderado del césped artificial colocado en distintos espacios de la ciudad. Ha ocurrido tantas veces que ya es habitual. El último caso se ha producido en la plaza Diego de Badajoz, en la barriada de San Fernando. No ha pasado un mes desde que se inauguró la obra de remozado de este parque que, como novedad, había incorporado un nuevo suelo en el área de juegos infantiles, con una capa de césped artificial sobre la de caucho. Llega el buen tiempo y ya es hora de adecentar la terraza propia, sacar las sillas y la mesa de teka y, en pocos días, también la piscina hinchable. Para completar el decorado, una solución cómoda y decorativa es instalar una mullida alfonbra de césped artificial. Pero ya se sabe que la hierba de pega cuesta un ojo de la cara y si puede salir gratis, mejor que mejor. Es lo que debió discurrir quien, tijera en mano y cinta métrica en la otra, se acercó a la plaza Diego de Badajoz y ni corto ni perezoso midió la superficie que se ajusta al área de su terracita y, ni un centímetro más ni uno menos, cortó la pieza, pues tampoco hay que desperdiciar ni causar más daño del necesario.

Por lo visto, no es el primero ni desgraciadamente será el último que así actúa. Ocurrió lo mismo en una zona verde situada ante la fachada del instituto de San Fernando y cuenta el concejal de Medio Ambiente, Antonio Ávila, que en la rotonda de la ermita de San Roque, en la avenida Manuel Rojas, ya ha sucedido en más de una ocasión, como en la glorieta próxima a la estación de tren. Hay que tener morro para salir de casa con semejante intención y volver silbando con un rollo de tela verde bajo la axila. Tan campante. Visto el panorama, miedo le da a Ávila empezar a plantar flor de temporada, si se va a topar de frente con tanto aficionado a la jardinería gratuita. Hay quien no entiende que todo eso que rompe o roba lo pagamos entre todos, ellos también. Lo raro es que con la cantidad de gente que se dedica a grabar los desmanes ajenos, todavía no circule por las redes ningún robo cometido en un jardín público como escenario del crimen. Al tiempo. Los ladrones se iban a quedar mustios.