Conseguir un trabajo es vital para subsistir económicamente, pero más importante es aún si de ese trabajo depende la libertad de uno, es decir, si es la llave que abrirá definitivamente la puerta de salida del centro penitenciario. En esta situación se encuentra un grupo de reclusos incluidos en el proyecto Dimas de Cáritas.

En la segunda edición de este programa de inserción sociolaboral dirigido a reclusos en régimen abierto han participado siete internos, cuatro hombres y dos mujeres, que durante las mañanas han podido salir del centro penitenciario para asistir a clase.

Estos alumnos han acudido al taller de Empleada de Hogar, de 162 horas, que aún se imparte, y a un curso de 574 horas de la especialidad de electricista de edificios del Plan de Formación e Inserción Profesional (FIP), dirigido a desempleados.

El resultado ha sido "satisfactorio" para todos los que junto a Cáritas han hecho posible el proyecto (el centro penitenciario, la Asociación para la Libertad y el Centro de Promoción de la Mujer).

De los siete reclusos, tres han obtenido el título de electricista de edificios homologado por la Junta de Extremadura, dos no concluyeron el curso porque encontraron antes trabajo, uno reingresó en prisión y otro continúa su itinerario formativo, según el director de Cáritas, José María Vega. Recordó que el "acompañamiento" a estos reclusos continuará ahora en su búsqueda de empleo.

Sin embargo, la tercera edición del proyecto Dimas tendrá que suspenderse de momento, "porque los cursos del Plan FIP que han sido solicitados no se han concedido", según Vega, quien declaró que se están buscando otras vías para continuar.

Para el director del centro penitenciario, Carmelo Charfolé, el "triunfo" ha sido de los propios internos, por el esfuerzo realizado, a los que animó a continuar por este camino. Además destacó que "cursos de inserción he conocido muchos, pero ninguno como el de Cáritas, que con tan pocos medios ha conseguido tanto".

Estos reclusos, como Julio Molina, de 40 años, ven más cerca su libertad, ya que si consiguen un empleo sólo tendrán que volver a la cárcel a dormir, en algunos casos ni siquiera a eso, puesto que con una pulsera podrían anticiparse a la condicional.