Arqueólogo

El talgo Madrid-Badajoz de las 7.45 de la mañana tiene un bar. Un prodigio. Pero la cafetera, según me cuentan, es eléctrica o siempre le falta alguna pieza. Si se le funde un fusible de esos o si no encuentran repuesto no funciona. Suerte tendrán ustedes si les dan un Nescafé con agua del tiempo. Eso, a precio de joyería. Porque, como me explicó alguien, la calidad hay que pagarla. Faltaría más.

Acaban de cambiar el tren de las 15.35 horas. El que venía desde Barcelona. No por beneficiar a la comunidad autónoma de Extremadura, sino porque entraba en funcionamiento la línea de alta velocidad de Cataluña. Pero, de qué servirá poner entre Madrid y Badajoz trenes modernos si las vías están tan mal en algunos tramos que habrán de ir a paso de jardinera. Eso tiene sus ventajas: la mejor es que podrá disfrutarse del paisaje. Eso sí, durante una eternidad por viaje.

Lo más bonito --me emociona hasta las lágrimas-- es que un secretario de Estado de la cosa vino a inaugurar el reparado tramo Aljucén-Badajoz y descubrió una preciosa placa conmemorativa en la estación de nuestra sufrida capital. Sí, de verdad. Como se lo cuento. No sé qué conmemora. Seguramente que no ha entrado un tren a su hora desde recién acabada la Guerra del 14. Vaya cara dura.

Bueno, miren, en serio. Ignoro si el AVE pasará por aquí algún día, pero me daría con un canto en los dientes si tuviésemos no ya alta velocidad, sino un trotecillo gorrinero en los talgos para llegar a nuestra hora y unos vehículos medianamente aceptables. Lo cierto, y esto es una verdad como un tren, es que Renfe es, hoy por hoy, uno de los factores de subdesarrollo de Extremadura. ¿Será casualidad?