La Unidad del Dolor del complejo hospitalario Infanta Cristina, de Badajoz, una de las tres que existen en la comunidad autónoma, junto con las de Cáceres y Don Benito-Villanueva de la Serena, atiende, en su faceta asistencial, a una media de 900 pacientes cada año.

Se trata de "un número que no es cuantitativamente muy elevado, pero cualitativamente es de gran importancia, por cuanto recibimos a aquellos enfermos que proceden de otros niveles de la sanidad en los que ya les han puesto en tratamiento y no han obtenido resultados". Así lo expresaban ayer a este diario los coordinadores regional y local de dicha unidad, Manuel Jiménez y Josefa Costillo, respectivamente.

La unidad se creó en el 2003 en el antiguo hospital provincial y se cambió en del 2008 al Infanta Cristina. Cuenta con tres médicos, dos enfermeras, una auxiliar de clínica, una psicóloga clínica y un auxiliar administrativo. Su función no es solo asistencial. De hecho, "el 50% de la actividad es docente, la formación de sanitarios".

El equipo forma y asesora a profesionales de medicina, enfermería, trabajadores de residencias geriátricas y clínicos en general. También a universitarios y MIR. "A todos los que tengan relación con el dolor.

SESIONES CLINICAS Otra tarea de la Unidad del Dolor es realizar talleres, sesiones clínicas y mantener una línea telefónica abierta para atender a los profesionales que consultan cómo abordar una dolencia concreta, cómo tratar el dolor de un paciente, sin que se tenga que desplazar éste.

En su labor asistencial, a este equipo les llegan pacientes que sufren un dolor "intenso, complejo o refractario, que médicos de los centros de salud han tratado y no han tenido resultados". Entonces se derivan a la unidad "para aplicar otro tipo de analgesia, o ver si necesita una técnica determinada, en cuyo caso lo derivamos para que lo haga el anestesiólogo", señaló el coordinador regional de la Unidad, Manuel Jiménez.

Dentro de esas técnicas específicas se encuentra la de colocación de estimuladores a nivel medular, que se comenzó a realizar en el 2004. Desde entonces se han practicado unas 20 operaciones y se hacen cuatro al año. Consiste en la implantación de un estimulador que provoca como un cosquilleo, "una parestesia". Hay otros sistemas, como la bomba de infusión, para poner fármacos directamente al lugar donde se originó el dolor, de las que también hay colocada una veintena.