En política es habitual que, cuando alguien cambia el rumbo prefijado, quienes lo acompañaban restan importancia al imprevisto alegando que nadie es imprescindible o que dentro del equipo hay otros compañeros perfectamente cualificados para ocupar la vacante. En este caso va a ser que no. Los hay insustituibles. Todos nos podemos imaginar cómo se le quedó el semblante al alcalde de Badajoz, Francisco Javier Fragoso, cuando Germán López Iglesias, primer teniente de alcalde, le anunció que dejaba el ayuntamiento porque le habían ofrecido un puesto en Madrid que no podía rechazar. Hasta ese momento, nada hacía presagiar que López Iglesias tuviese tan altas miras, pues ya había expresado su deseo, cuando regresó a las lides municipales, de que ésta era su verdadera vocación política. De hecho, volver al ayuntamiento era el requisito que había expresado cuando el presidente del PP, José Antonio Monago, le dijo que tenía que ser el delegado del Gobierno, en sustitución de Alejandro Ramírez del Molino.

Compañeros de grupo y miembros de la oposición municipal coinciden en que López Iglesias ha dejado tirado al equipo de gobierno. Como nunca lo había estado, porque en la lista con la que Fragoso perdió la mayoría absoluta, no había previsto ningún otro primer espada. Los demás concejales populares podrán ser buenos en lo suyo, pero ninguno cuadra con el perfil de negociador nato que López Iglesias asumió de forma natural y sin periodo de adaptación.

Fragoso acaba de anunciar el nuevo reparto de delegaciones, en el que sale reforzada María José Solana, que ya era portavoz del grupo popular, ahora lo será del equipo de gobierno y asume todas las responsabilidades de López Iglesias. Perdón, no todas. El exconcejal había sido el artífice del buen entendimiento con Ciudadanos, que posibilitó la investidura de Fragoso y la aprobación de los presupuestos municipales. Sin haber empezado a jugar, Solana ya tiene perdida esta partida, porque la ausencia de sintonía entre ella y el portavoz de la formación naranja, Luis García-Borruel, es evidente. Ella misma lo reconoció en un pleno.

Lo que no se entiende es que Fragoso haya empezado la casa por el tejado y sirva el cocido sin que aún estén sentados a la mesa todos los comensales. En una de las sillas permanece la señal de interrogación. El alcalde no encuentra con quién ocupar el hueco en la lista con la que el PP se presentó a las elecciones municipales. La número 14, Leonor Celdrán, no sabe aún si entra o no en el ayuntamiento. Esta indecisión no se justifica fácilmente, porque tan válida será ahora como en mayo del 2015, cuando el PP contaba con sacar mayoría absoluta y la hija del exalcalde tenía asegurada la plaza. La potestad de que sea ella la que entre en el ayuntamiento no es suya y así lo reconoce, aunque el acta le pertenezca. Fue Fragoso el que le dio la oportunidad y será él quien decida si se la quita. Hasta ahora, este proceso había sido indiscutible. Salvo en una ocasión: en noviembre del 2008. Monago dejó el ayuntamiento para asumir la presidencia regional del PP. Entró Francisco Javier Gutiérrez, Guti, y Celdrán quiso reforzar su mermado equipo con una figura emergente, Luis Alfonso Hernández Carrón. En una maniobra política sin precedentes, intentó cobrarse la cabeza de Solana, a la que reclamó el acta de concejal. Ella no aceptó y Celdrán la degradó, aunque más tarde se reconciliaron y a partir de entonces fue haciendo méritos, siempre bajo la protección de Fragoso, que ha vuelto a apostar por ella sin arriesgar. Pero más temprano que tarde, tendrá que hacerlo.