Los vecinos del bloque 41 de la avenida José María Alcaraz y Alenda, en cuyos bajos funciona la discoteca Cosmópolis (ahora De Club) han colocado una pancarta de enormes dimensiones en la fachada --que se ve desde los aparcamientos de Carrefour-- para protestar contra las molestias que sufren como consecuencia del funcionamiento de este negocio nocturno, desde que se abrió hace ahora tres años. El texto de la pancarta está dirigido al ayuntamiento y dice en letras mayúsculas de imprenta: "Señor alcalde, el beneficio de pocos a costa del descanso y la salud de muchos vecinos. ¡Cierre Cosmópolis De Club ya!, Derecho a la salud y al descanso".

Para hacerse una idea de sus dimensiones no hay más que tener en cuenta su precio: ha costado a los vecinos 3.000 euros, que pagan con una derrama en la cuota de la comunidad.

El propietario de la discoteca, Juan Luis Barquero, ya conocía que sus vecinos habían decidido "emprender esta guerra" porque como dueño es informado de los acuerdos de la comunidad y una vez que ha comprobado que han colocado la pancarta pondrá el asunto en manos de abogados, porque entiende que se pueden desprender daños y perjuicios para el negocio, que, por otro lado, tiene alquilado a unos empresarios de la hostelería con discotecas en otros puntos del país.

De cualquier modo, Barquero se muestra abierto a dialogar con sus vecinos, como según dice siempre ha hecho, incluso antes de abrir el negocio, pues convocó una reunión para informarles de lo que iba a hacer.

En este bloque viven 30 familias desde hace 12 años y hace 3 se abrió la discoteca en el bajo. Según cuentan los denunciantes, en este tiempo los problemas de ruidos son constantes, incluso se perciben vibraciones en las viviendas y algunos cuentan que la música se escucha perfectamente en algunos puntos de los pisos, con el agravante de que es de madrugada y no pueden dormir. El ruido es tal que algunos de ellos cuentan que sufren problemas psicológicos, de los que se están tratando.

HORARIOS Y CLIENTES Solo descansan en verano, cuando el negocio cierra. Afirman además que los incumplimientos del horario de cierre son frecuentes, afirmación que niega rotundamente el dueño, quien añade que de eso se encarga uno de los vecinos, que llama cada noche a la policía para que se presente en el local antes de la hora de cerrar. A este problema añaden el de las molestias provocadas por los clientes, que orinan en las aceras, entran incluso en los portales o rompen botellas. Además, cuentan que hay filtraciones de aguas fecales en los sótanos.

Según los afectados, hay más de 300 denuncias en el expediente. Echan la culpa al ayuntamiento porque otorgó el permiso de apertura y lo acusan de incumplir las ordenanzas municipales en materia de ruidos. Hace tiempo un técnico municipal realizó una medición. Según Barquero, el resultado del ruido estaba 6 decibelios por debajo de lo permitido. Pero los vecinos sospechan que lo avisaron y bajó el volumen, afirmación que el empresario niega con rotundidad. Hace una semana volvió un técnico municipal a hacer nuevas mediciones en el local. Según las pruebas que ellos encargaron por su cuenta, se llegaron a medir 47,5 decibelios en un primer piso y 37 en un primero, cuando por encima de 30 es ya intolerable. Barquero alega que este negocio está abierto con todos los permisos municipales y que antes de ponerlo en marcha se acometieron todas las obras para insonorizarlo.