Ahora que nos disponemos a entrar de lleno en las vacaciones veraniegas, y tratando de hacerle un requiebro al recorte salarial y a la subida del IVA, bueno es hacerse una lista de opciones para el veraneo. Que una cosa es estar mal y otra muy diferente quedarse sin vacaciones. La crisis nos puede tener asustados, aturdidos, enfadados, contrariados o desilusionados pero las vacaciones son sagradas y si uno no puede irse a la playa una semana se irá un día y, si no tampoco puede un día, se queda en el pantano (de Campomayor), la parcela, la piscina de su hermano, la manguera del patio de su casa que es particular o la terraza de verano.

Las opciones para Badajoz son abundantes. Como somos muy de playa, más allá de la Raya, superando la sabana alentejana, lugares pintorescos ya masificados como Ericeira, la cercana Troya, un como andar por casa en Sesimbra, Lisboa para lo cultural (y comercial), Nazaré por la tradición, Porto Covo para asombrarse y Melides para desnudarse. Comporta y Caparica, en la recámara, por obvias. Los hay un poco más atrevidos y tiran la casa por la ventana sin importarles el frío, el mar intratable y turismo a espuertas: Algarve y Aveiro.

En territorio patrio, La Antilla, un barrio más de Badajoz y, los más snobs, Islantilla, que es lo mismo pero con casas guay y centro comercial. Redondela, Isla Cristina, Punta del Moral, Isla Canela, Punta Umbría, Mazagón o Matalascañas nos resultan tan familiares que el coche va solito. Y además Ikea no queda lejos. Si uno quiere coincidir con amigos, vecinos, familiares, enemigos y otras especies de seres vivos, estos son los lugares más indicados para unas vacaciones sin sobresaltos. Los hay más osados y dejan Huelva a un lado para recalar en Sanlúcar y las tapas de Balbino (por no mencionar a Bigote), Chipiona y el moscatel de pasas, Costa Ballena sin aparcamiento, Rota de aquella manera y Romerijo en El Puerto. Más: Chiclana y sus hoteles; Conil y el levante; Bolonia, Zahara y Caños, el ambiente; Tarifa, por Tánger. La Costa del Sol para los que no quieren sorpresas, Mar Menor y Valencia, para los que buscan Madrid; el norte, por variar; la montaña, para fardar; y el turismo rural, porque está de moda.

Si el presupuesto no llega, siempre queda la piscina natural de La Codosera. O La Granadilla.