Mi vida es un poema es un libro de poesías cuyos versos facilitan la complicada travesía de enseñar a los niños a convivir con el autismo. Es verdad que el título es autobiográfico, pero su autora, Marta Prieto (Gijón, 1969) no refleja una queja, sino una experiencia enriquecedora.

Marta Prieto llegó a Extremadura hace 24 años. Trabaja en el colegio Nuestra Señora de Fátima en Badajoz. Empezó dando clases en Infantil. Siempre tuvo alumnos con necesidades educativas especiales, con autismo y otras patogías y encauzó por ahí su formación. El destino quiso que sus dos únicos hijos, Julián y Enrique, fuesen diagnosticados del Síndrome X Frágil, una enfermedad rara de origen genético que entre otras características provoca rasgos autistas, además de deficiencia mental, retraso motriz y problemas con el lenguaje. Decidió formarse aún más. Recalca que no es experta en autismo ni está especializada. «Sólo sé lo que mi experiencia como docente y como madre me ha llevado a saber más» y eso «me ha ayudado mucho en la escuela, en mi trabajo y con mis hijos». A pesar e ello, reconoce que sigue «sin saber nada, porque el autismo es una patología muy complicada y me han ayudado muchísimo los expertos».

A Marta siempre le ha gustado la poesía y la utilizó en el colegio para explicar a los niños distintos temas porque los versos les llaman la atención. Cuando empezó a tener alumnado con autismo y después con sus hijos, comprobó que era muy difícil explicar a los compañeros de clase su comportamiento. Preguntaban «con mucha naturalidad por qué hacían esas cosas tan raras (aletean, hacen ruidos, no les gusta que los abracen...)» y al resto de alumnos les resulta difícil entender esas peculiaridades. Si les daba una explicación técnica desconectaban, pero si lo hacía de forma cercana, caían en la pena, «y yo no quería». Lo que ella aspiraba a transmitir a sus compañeros es que son «personas completas» con derechos y necesidades, pero diferentes. Empezó a escribir poesía para expresar esas peculiaridades. La primera fue para explicar que no les gusta el contacto físico, protagonizada por una estrellita y un caballo «y les encantó, vi que entendían el mensaje y hacían un debate».

Su trabajo a través de la poesía como educadora «ha sido no para el niño que tiene autismo sino para sus compañeros, para que entiendan qué le pasa, porqué y cómo pueden entenderlo y respetarlo», aduce. Es por tanto una labor con los niños normales que tienen que convivir con los otros. El resultado era positivo y fueron surgiendo más poesías: otra que explica que no les gusta el ruido, otra que todos somos diferentes, siempre con personajes de ficción, animales, vegetales, que a los niños les llegan de manera más divertida. De esta forma, hacían un esfuerzo por entender la similitud entre lo que leían y lo que veían a su alrededor. Otros compañeros profesores del colegio le pidieron los poemas y también la han llamado de otros centros. Se fue extendiendo hasta que surgió la posibilidad de publicar Mi vida es un poema, gracias a Fundación CB. que realizó una primera tirada de 100 ejemplares para repartirlos gratuitamente y la autora otros 200 para venderlos con fines benéficos, para ayudar a la asociación Sindrome X-Frágil y Apnaba. Como se han agotado, Fundación CB ha editado otro centenar más y 200 la autora. Marta apunta que lo que ha ocurrido es que aunque hay muchos cursos para formar a expertos en autismo, no hay tantos recursos para trabajar con sus compañeros en la inclusión de ese niño en el aula y en el respeto a la diversidad. Eso es lo que aporta Mi vida es un poema. Contiene 13 poesías y su autora no descarta escribir más. Al principio le daba un poco de pudor, «pero he visto que todo lo que pueda ayudar a trabajar en el respeto a la diversidad es una buena aportación».

En cuanto a su vida, Marta Prieto es convincente cuando afirma que es feliz. Reconoce que han hecho mucho esfuerzo por normalizar la vida de sus hijos «y por llevarles a todas partes, aunque la gente nos mirara y nos juzgara». «Poco a poco tú tienes que enseñarles a comportarse a ellos, pero también los demás tienen que entenderlos, te mueves en la horquilla de que ellos aprendan y el resto de la sociedad los acepte».