La historia de la humanidad es algo apasionante para cualquiera que intente conocerla, comprenderla o pensarla. Son tantas las cosas que han pasado, los acontecimientos vividos, los avances tan espectaculares y los desastres tan dolorosos que su devenir es una auténtica escuela para todos.

Es verdad que hay estudiosos, por su mente privilegiada, que son capaces de tener una visión global de la misma y de relacionar acontecimientos que aparentemente no tienen nada que ver, no obstante esto, lo normal es que sea la especialización en cada una de sus edades o etapas lo que te da un verdadero conocimiento de lo que pasó tal año o tal siglo. Incluso se tiende a que esa especialización, con el peligro de perder una visión amplia, se centre en períodos cada vez más pequeños.

Las lecturas sobre historia son cada vez más recomendables, porque como decía antes, además de hacer que te plantees interrogantes muy útiles para la vida cotidiana, te pueden dar la clave para que conociendo cosas que sucedieron hace mucho o poco tiempo, comprendas lo que está pasando hoy.

Me sugiere esta reflexión el hecho de que este verano se han cumplido cien años del comienzo de la primera guerra mundial. Casi diez millones de muertos es su resultado más trágico. ¿Justifica una sola muerte los motivos de la misma y los cambios políticos que vinieron después?, el interrogante queda abierto para que cada uno responda.

Han sido muchos los trabajos que se han publicado sobre el tema, lo sucedido da pié para ello. Estudios dónde el análisis y las conclusiones pueden ser totalmente distintos partiendo de los mismos acontecimientos. Esta es la riqueza y la pobreza del estudio científico de los hechos.

Aceptando todo lo dicho hasta ahora, y como persona religiosa que cree en un Dios que no justifica ninguna muerte, no dejo de dar vueltas a esta pregunta ¿cómo es posible que solo veinte años después se volviera a repetir la catástrofe, multiplicando por seis el número de muertos?.

¡Buen comienzo de curso par todos!