Alfredo Palomo ha descubierto una vocación en la cárcel: la de cantante. Y hoy la exhibe por primera vez en público, el que forman dos módulos de reclusos del centro penitenciario cacereño. Su actuación con otros siete componentes del grupo del taller de música forma parte del espectáculo programado por la prisión con motivo de la Navidad. Ellos ofrecen un poco de sonido pop. Los Rodríguez, La bamba de Los Lobos y, por supuesto, El rock de la cárcel . Y como dice la canción de Miguel Ríos: Un día hubo una fiesta aquí en la prisión, la orquesta de los presos empezó a tocar, tocaron rock and roll y todo se animó .

Así fue. Durante 55 minutos que dura la función, todos, público y artistas, se olvidan del lugar en el que están. Son 55 minutos de libertad. "Es una oportunidad para evadirse, nos gusta la música y es una manera de no pensar demasiado en esta situación", confiesa Alfredo Palomo minutos antes del concierto. El, como la mayoría de estos artistas , cumplen condena por tráfico de drogas. En su caso seis años, de la que ya ha satisfecho tres. Es de Toledo, tiene 29 años, y antes de acabar en prisión era camarero. Ahora además de músico y coordinador del grupo estudia Psicología a distancia con excelentes resultados.

"Nos sentimos libres"

En total son 22 presos los que hoy se suben a escena. Todos tienen una historia detrás de errores por los que están pagando en prisión. Están internos en el módulo de respeto abierto hace 9 meses y en el que se comprometen a seguir unas normas de convivencia. Su participación en estos talleres --además de música y teatro, también de reciclaje, idiomas, radio...-- les ayuda a no hacerse mala sangre. "En el salón de actos nos sentimos libres", dice M.A.D.

Este recluso, ex actor de la mejicana Televisa en la serie Rebeldes , dirige con éxito el taller de teatro, que el año pasado ya se estrenó con una función en Navidad. También está preso por tráfico de drogas, así que expía sus culpas haciendo lo que sabe: actuar, y transmitiendo sus conocimientos. "Les enseño el A, B, C, de la actuación para que tengan un poco de tablas" .

Son todos como una familia. No en vano suelen ensayar tres días a la semana, pero en los últimos meses los ensayos han sido diarios. "Es muy difícil lo que se está logrando y todo un éxito porque aquí es muy complicado organizar cualquier cosa", reconoce el educador del centro, Antonio Iglesias.

Tan difícil como hacerse con instrumentos musicales adecuados. Excepto la guitarra, la flauta y la caja de percusión, el resto son obra del ingenio casero: una maraca confeccionada con una lata de pepsi y unas claves que un día formaron parte del palo de una fregona. Sin embargo, el público no aprecia la diferencia. Aplaude, baila en sus asientos y sigue el ritmo con las palmas o corea estrofas.

En el escenario, el grupo pop ha dejado paso a los actores que escenifican un sketch de la televisión mejicana, La campana . El polifacético Carlos Alberto Ortiz alterna sus personajes con una gracia natural, igual que lleva el ritmo de la caja de percusión. Jesús Cobos arranca carcajadas con su atuendo de niño gordinflón y la colombiana M Eugenia Díaz inspira silbidos masculinos. "Estaba nerviosa, pero ha sido emocionante", confiesa tras su estreno en el escenario. Está aquí por drogas y cuando salga, su hijo de 4 años tendrá 7.

Y llega el flamenco. Unos tangos extremeños, unas rumbitas y hasta un villancico, un repertorio idea del maestro Lucas Saavedra, presidente de la Asociación Gitana de Miajadas en prisión por una extorsión. "Con música aquí las horas pasan volando", dice. Y tanto. Los 55 minutos han pasado. Las palmas llenan el salón de actos y ponen fin a esta fiesta.