"¿Cuántas palabras caben en un mensaje?", "¿La tarjeta SIM tiene caducidad?", "¿Y qué pasa si la batería se carga de más?". Los abuelos avasallan al profesor con una duda detrás de otra y es que, "con esto de los móviles y a nuestra edad, no hay quien se aclare", dice Jerónimo de Sande, de 87, años. El no tiene móvil porque no sabe cómo funcionan y además le parece "algo dificilísimo", pero esta tarde ha decidido aprender.

Como él, otros veinte mayores asisten al primer curso de introducción de las tecnologías de telefonía móvil a la tercera edad, una experiencia piloto que ha puesto en marcha la Consejería de Bienestar Social. La primera clase se impartió ayer en el hogar de la tercera edad de Peña del Cura.

Para llamar y ya está

La mayoría de los alumnos conoce el manejo mínimo del teléfono, pero gran parte de las funciones se les escapan. Eso le ocurre a Esperanza Suero, de 73 años. Tiene móvil desde hace años, pero confiesa que no lo sabe usar más que para hacer y recibir llamadas. Ella lo que quiere es aprender a enviar mensajes, como sus nietos. "Me dicen: "Abuela, tienes tantos mensajes". Y me los borran. Yo no soy capaz ni de ver las teclas", se lamenta.

Para los nietos de estos mayores, ese pequeño aparatito que ha revolucionado la telefonía no tiene secretos, pero para ellos es como ponerles a los mandos de una nave espacial. No es para menos, a la edad de sus nietos no hubieran podido imaginar que un día hablarían por teléfono sin cables y por la calle, enviar mensajes de texto, navegar por internet, hacer fotografías, escuchar la radio....

Si a ese mar de posibilidades inimaginables se le suma que el aparato en cuestión es tan pequeño como sofisticado, la cosa empeora, aunque eso también esté cambiando con la llegada al mercado de móviles de manejo simple, precisamente dirigidos en gran medida a las personas de la tercera edad.

"Lo más difícil para ellos es entender y ver la pantalla, porque las letras y los números son muy pequeños. Tienen una ventaja, que aprenden muy rápido", explica Pablo Rodríguez, uno de los dos instructores del curso.

Los asistentes aprendieron ayer, en una clase teórica y práctica, a recargar la batería, poner la tarjeta SIM, usar algunas de las funciones de los terminales y, por supuesto, a enviar mensajes. "A los primeros que les voy a enviar un SMS es a mis hijos", decía con ilusión Esperanza Suero. Jerónimo de Sande era más pesimista. "El problema será ahora que me acuerde mañana, porque la memoria ya no es lo que era".