Viene de la página anterior Ninguno se conocía hasta llegar a Cáceres. "Aquí es la única familia que tienes, así que te apoyas en ellos", comenta Carlos Alberto Ortiz. Que la mayoría sean sudamericanos y que arrastren una historia similar a la de Durán hace al grupo más homogéneo. Excepto a José Antonio Enríquez (Conciencia), el español que cumple condena por atracos y tenencia de armas, entre otros delitos, a todos los detuvieron intentando introducir droga en España por Barajas.

Los componentes

A Genaro Avedillo (suplente del juez) le impusieron por ello una pena de 9 años y un mes, de la que solo ha cumplido diez meses. Raffaele de Martino (técnico de luces) es preso preventivo. Jesús Ossio (Fredy), Jesús de los Cobos (el juez) ha cumplido un año de los 9 y medio de su condena. José Antonio Enríquez (Conciencia) fue condenado a 10 años, de los que ha cumplido 3 años y 7 meses. César Moya, Chano , (técnico de luz y sonido) se encuentra a la espera de sentencia. Carlos Monterrey (Ricky) será juzgado en noviembre y el fiscal pide para él una condena de 12 años y un día. Remy Vásquez (técnico) también está pendiente de juicio y se enfrenta a 7 años de cárcel. Carlos Alberto Ortiz (Rosito) está condenado a 9 años y lleva uno en prisión.

Precisamente es Ortiz quien entra ahora en escena. Su personaje de Rosito, un mariquita muy amanerado, pone la nota de humor en este drama. Su aparición en el escenario coincide con la entrada en el salón de actos del director de la cárcel, Juan Carlos Carrillo, para ver cómo marcha el ensayo.

Enseguida resuenan las primeras carcajadas. Miguel Angel Durán agarra a Ortiz de la camisa y le conduce sobre el escenario. Sus personajes, Gerardo y Rosito, dialogan y aluden a la Pantoja, a Julián Muñoz o a la Obregón. Los chistes, a la española, funcionan entre el público. Ortiz se ha aprendido toda la escena. Se le ve suelto, disfrutando en su papel. "Fui el último que hizo el casting--explica--. Siempre me gustó actuar, aunque es la primera vez que lo hago y creo que tengo chispa".

Su gracia mexicana aún no se ha apagado en prisión. Y eso que está "enfadado" por esta convivencia con "desechables a los que les gusta vivir aquí". Así que los ensayos le permiten "salir del día a día en el módulo". "Actuar me hace soñar".

En su explicación de cómo llegó a la cárcel, cuenta que fue por "una gran necesidad". Su hijo de 6 años tenía cáncer y se endeudó para pagar la operación. Después tuvo que saldar esa deuda y eligió el camino "equivocado": entrar en España con un kilo y 300 gramos de cocaína. Cobraría por ello 2.000 euros.

"Me cago en...". Miguel Angel Durán ha vuelto a olvidarse el texto. Pide un apuntador. Quedan apenas un par de escenas. "Ahora entraría la música in crescendo ", indica. Los técnicos traen un cassette, pero no lo enchufan. Que la obra que representan hable de las drogas, el que les condujo a todos a la cárcel, tiene su paradoja. "El mensaje les refuerza lo que trabajan en nuestro programa. Se transmite una idea muy clara con personajes que han participado de ese mundo y de sus peligros", declara la psicóloga de Cruz Roja, Ana Agudelo.

El mensaje

El texto de Moraguer, muy representado en colegios mexicanos, trata de llamar la atención sobre las consecuencias de las drogas. Gerardo, el protagonista, es un ejemplo de lo que las adicciones pueden ocasionar en un joven, que destruye su vida y la de quienes lo rodean.

Todos se identifican de alguna manera con él. Jesús de los Cobos, por ejemplo, confiesa haber consumido mucha cocaína y marihuana y pasó por rehabilitación. "Me veía en la cárcel, en el hospital o el panteón, y al final aquí estoy", lamenta. De que el mensaje cale en otros reclusos, dice: "A alguno les hará recapacitar, aunque lo que debería hacerse es legalizar las drogas".

De los Cobos es también mexicano, tiene 44 años y dos hijos de 8 y 10 años que esperan su regreso. Por eso cuenta que luchan desde la cárcel por conseguir la expulsión de España y poder estar así "cerca de la familia". Si son expulsados, en su país no tendrían que cumplir condena aunque se les prohíbe la entrada en España durante 10 años.

No es la primera vez que De los Cobos sube a un escenario e incluso participó en un par de películas, aunque nunca imaginó que interpretaría el papel de un juez en prisión. "Mi vida ha dado un giro total".

Como la de Ricky, o mejor dicho la del actor que lo interpreta, Carlos Monterrey. Este mejicano de 27 años fue futbolista profesional en primera división. Un accidente de autobús le dejó secuelas que le obligaron a dejar la categoría. Lo que supuso "menos dinero y olvidarme del ritmo de vida que llevaba". Nunca había consumido drogas, relata, pero lo contrataran en un equipo cuyos propietarios "eran narcotraficantes". "Me dejé envolver". En Madrid, lo interceptaron con 4 kilos de cocaína.

Ahora con el teatro vive "una experiencia muy bonita". Igual que Enríquez, de 28 años, el español y la Conciencia de Gerardo. Con sus tatuajes carcelarios y su melena negra, nadie diría que es hijo de guardia civil y que fue taxista en Madrid. También extoxicómano y exatracador de bancos. "Las drogas me han traído a este lugar, así es que espero que el mensaje de la obra cale".

Ya había hecho sus pinitos en la cárcel de Alcalá Meco con el grupo de rock Los Inocentes. El se ve así, inocente, víctima de las drogas: "Me han destrozado la vida", reconoce. De hecho ha recurrido al Constitucional. Se sumó al grupo por no estar todo el día en el patio y "por no pensar en mis problemas". Como Jesús Ossío, el Fredy colega de Gerardo, que combate "la rutina" del módulo con estos ensayos, o Genaro Avedillo, de 44 años y abogado que está en prisión por "pagar un favor", quien ironiza con que también hacía mucho teatro en los juzgados mexicanos.

Para el técnico del grupo, el boliviano Remy Vásquez, de 35 años, que asegura estar en la cárcel "por nacer pobre", participar en esta compañía es "la única forma de sacar algo positivo de su situación". César Moya, también técnico y director del taller de música del centro, añade: "Así demostramos a nuestras familias que hacemos algo de provecho".

En el escenario, Gerardo concluye el diálogo con su Conciencia. Pactan una nueva vida juntos. Las dos horas de función y libertad terminan. El salón de actos se vacía y los internos vuelven a los módulos. Es la última escena.