Un vecino de Losar de la Vera acusado de matar de más de 30 puñaladas a un convecino que acosaba a su mujer aseguró ayer en el juicio que él solo se defendió. Ante el jurado popular --integrado por siete hombres y dos mujeres, más dos mujeres como suplentes-- que habrá de determinar si es o no culpable del delito de homicidio que se le imputa, Enrique Manzano relató los acosos e insultos que durante más de un año sufrieron tanto su esposa como él, "unos hechos que nos tenían atemorizados y por los que mi mujer no se atrevía ni a salir de casa", las denuncias que tuvo que interpone por estos hechos y que derivaron en una sentencia por la que se condenó a su víctima, Raúl Armengol, a no acercarse a ellos, y el suceso que en la tarde del 25 de agosto del año pasado ocasionó la muerte de Raúl.

Según se puso ayer de manifiesto en el juicio, Enrique Manzano y Raúl Armengol eran amigos desde hacía tiempo, compartían jornadas de pesca e incluso las familias salían de vez en cuando juntas. Pero en el 2004 la amistad comenzó a deteriorarse después de que, según el acusado, constatara una cierta obsesión, por parte de su amigo, hacia su mujer, a la que perseguía, mandaba postales pornográficas y a la que insultaba y llamaba por teléfono a todas horas.

Tras ser condenado con una orden de alejamiento, Raúl, según el acusado, "fue aún más duro en su acoso, me insultaba, pasaba ante mi casa varias veces al día y a veces exhibiendo cuchillos y otras herramientas y me perseguía". Este acoso permanente fue reconocido por todos los agentes de la guardia civil que ayer declararon en la vista, llegando algunos a manifestar que pudieron comprobar como un día pasó por la casa del acusado hasta quince veces.

Sobre lo ocurrido la tarde del 25 de agosto del 2005, día en que el acusado salió a pasear a su perro y fue abordado por su víctima que pasaba con el coche, Enrique Manzano sostuvo que fue Raúl Armengol el que le amenazó con un cuchillo y que él lo que hizo fue sujetarle para evitar que le agrediera.

LAS VERSIONES Reconoció que las heridas "debí hacérselas yo, pues no había nadie más", pero dijo no recordar que le apuñalara, "solo recuerdo que le di algunos golpes en la cabeza para impedir que me pinchara".

Su abogado alegó que actuó en legítima defensa y que en el momento de los hechos "tenía sus facultades mentales mermadas", algo que consideró provocado por el acoso constante que sufrió durante un año, "que le fue minando, machacando la mente hasta hacerle perder la razón y provocarle no tener conciencia de lo que hacía", dijo.

Uno de los agentes apoyó esta versión al indicar que tras el suceso el acusado "estaba como fuera de sí, como enajenado".

Por su parte, el fiscal y el abogado de la familia del fallecido cuestionaron que alguien pueda dar más de 30 puñaladas simplemente para defenderse. Consideraron por tanto "no creíble" la versión de que actuó en legítima defensa, "puesto que el acusado pudo haberse apartado del coche cuando vio que Raúl, según asegura, sacó un cuchillo con el que pretendía atacarle".

Tampoco consideran que estuviera bajo una situación extrema de estrés, "pues después de apuñalarle 30 veces fue a limpiarse la sangre a una fuente cercana, y al volver y ver que Raúl todavía se movía, se abalanzó hacia él cortándole en el cuello".