Hay que reconocer que las personas que desfilaron el lunes en el Carnaval pusieron mucha buena voluntad y entusiasmo. Algunos hasta pusieron arte. Pero el desfile ha sido el mayor desastre que se ha presenciado nunca en las calles cacereñas.

La multitud que lo presenció no justificaba el espectáculo, porque aquí se presencia cualquier clase de espectáculo por bochornoso que sea. No vamos a hacer leña de los participantes que probablemente tengan razón al decirnos que la culpa es nuestra por no participar. Ni la de esos entusiastas que quieren resucitar una fiestorra que hace años entusiasmó al personal.

La sinrazón hay que buscarla en quienes siguen empeñados en organizar un Carnaval desde arriba sin tener en cuenta las peculiaridades de la ciudad y sus gentes. La prueba está en que tras tanta propaganda, tanto apoyo de los medios y tanto gasto sólo logran la participación de unas cien personas. Y lo malo es que el concejal de la cosa está satisfecho. ¿De qué? Según él, "el desfile estuvo animado y divertido". Sin duda, pero sería debido a los comentarios jocosos e irónicos que despertaba en quienes lo presenciaban, porque en sí mismo provocaba vergüenza ajena.

También se alegra de la masiva asistencia de público, como si eso fuera inaudito en Cáceres y de la ausencia de incidentes. ¿Puede haber mayor incidente que el desfile?

Si el concejal responsable del Carnaval cree un éxito que cien personas desfilen disfrazadas, alguien con sentido común y ligero conocimiento de lo que debe ser el Carnaval debería quitarle de ahí y enviarle a otro sitio. A Navalmoral, por ejemplo. Vaya trayectoria. El baloncesto, el Cacereño... y ahora el Carnaval.