Con cierta desilusión recuerdo el camino seguido, para llegar a «ningún sitio», camino que nos llevó a reclamar las vías de comunicación que necesitaba Extremadura para conectarse más cómoda y rápidamente con el resto del mundo. Pienso en aquellas jornadas que convocaba la Dirección General de Cooperación de España, en las que participábamos los ayuntamientos del Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad y representantes de Ciudades de Interés Turístico y cultural de Méjico, Guatemala, Canadá o de Europa. Y los presentes en ellas, relacionados con la promoción empresarial y turística en Nueva York, Toronto, Ciudad de México, Guatemala, Berlín, París o Bruselas, que nos preguntaban el modo más cómodo y rápido para llegar a nuestras ciudades.

Les decíamos, que lo normal era viajar en avión a Madrid, ciudad más equidistante de nuestras ciudades, y, desde allí, una autovía les dejaría a 45 kilómetros, que tendrían que recorrer en carretera nacional a menos de 90 km/h. de velocidad. Esta era la realidad hasta que se construyó la Autovía Cáceres-Trujillo en el año 2002. También les informábamos que podían llegar en avión a Badajoz desde Madrid y desde allí venir a Cáceres a través de 90 kilómetros de carretera nacional, siendo cierto que no era de mucho agrado para los que querían visitar estas ciudades extremeñas por la situación de sus vías de comunicación.

El proyecto de dicho aeródromo fue puesto en actualidad por el Gobierno de Extremadura, que en estos momentos debe seguir en fase de propuesta de adjudicación de las obras y no deja de ser una infraestructura necesaria para una ciudad que es referente para el turismo de Extremadura y que cada año recibe a cientos de miles de personas. El presidente de la Junta Fernández Vara ya tuvo contactos con fundaciones, asociaciones y empresarios, que son quienes tienen verdaderamente el protagonismo en este proyecto que sigue siendo muy beneficioso para la ciudad y los cacereños.

Desde el gobierno extremeño, siendo presidente José Antonio Monago «se eligió un terreno que parecía adecuado para hacer un aeródromo en la ciudad de Cáceres» y como hay que «dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios», tengo recordado que también el Partido Socialista «echó su cuarto a espadas» en este asunto indicando al Ejecutivo los terrenos adecuados para llevar a cabo el proyecto. La alcaldesa de la capital cacereña, Elena Nevado, insistió en repetidas ocasiones en la «importancia de aunar voluntades, pues la necesidad de estudios medioambientales, se puede superar con esfuerzo y con ganas de hacer las cosas». En este sentido, existía un «compromiso claro» con este proyecto, el ejecutivo regional había realizado un proyecto para cubrir ese servicio: un aeródromo ajustado a las necesidades que era realista, que era necesario y que no debía frenarse por ser de mucho beneficio para la región en su conjunto.

A pesar de que en aquella época, siendo Consejero Víctor del Moral, se trabajó seriamente y se eligió el terreno idóneo para ello. Se habían hecho estudios previos que lo hacían posible, pero surgió un problema medioambiental, al parecer insuperable que lo dejó estancado. La instalación estaba prevista al oeste de la capital cacereña, en la salida por la carretera de Malpartida de Cáceres, concretamente en la margen derecha de esta vía, en unos terrenos propiedad de la Fundación Valhondo y que, al parecer, adquirió el Gobierno de Extremadura durante la legislatura del expresidente José Antonio Monago.