Queridos amigos y amigas, sí, porque así es como os considero. Desde que Carlos, mi marido, nos dejó, no hago otra cosa que pensar en cómo daros las gracias por todo lo que habéis hecho por él y por mí. Por eso me he puesto a escribir lo que siento, porque si os tengo que decir todo, no podría, algo me quedaría dentro y no quiero. También de esta manera me dirijo a todos.

Gracias porque durante diez meses habéis hecho reír a Carlos y habéis conseguido que su enfermedad sea más llevadera tanto para él como para mí. Cuando el 4 de julio del 2005 le diagnosticaron leucemia a mi marido, enfermedad desconocida para nosotros, fue durísimo y aunque unos meses antes ambos habíamos superado una dura enfermedad, creíamos eso, que todo estaba superado, pero ese día empezó una nueva pesadilla y esta iba a ser mucho peor.

A pesar de todo esto, siempre he pensado que de las desgracias surgen y se aprenden cosas buenas y estos meses me lo han demostrado, porque esas cosas buenas habéis sido vosotros: enfermeras, auxiliares, limpiadoras, médicos que lo habéis querido como él a vosotros, lo habéis apoyado como lo habéis hecho conmigo. Os tengo que decir que como profesionales sois buenísimos, pero como personas sois los mejores. Una sonrisa vuestra, una conversación, una broma han sacado a Carlos en muchas ocasiones del infierno que le tocó vivir. Pues en este infierno hubo algo muy bueno, vosotros. Quiero que sepáis que durante diez meses habéis sido nuestra familia, nuestro punto de apoyo y el motor de nuestra vida. Para Carlos, la 4. era su segunda casa y me lo decía todos los días, por eso en UCI lo pasó tan mal, porque aunque allí se portaron muy bien y os interesásteis por él, os echaba de menos. Os parecerá mentira, pero os tengo que decir que me ha quedado algo que hacer por él. Su último deseo era morir en la 4. con vosotros pero no he podido complacerlo. Sólo me queda la satisfacción de que os llevó en su corazón y pensamiento hasta el último momento.

Muchas gracias a Lucía, supervisora de la planta, que me ha abierto su gran corazón, al doctor Bergua y a la doctora M. Luz. Me gustaría seguir, pero son tantas cosas las que tengo que decir y agradecer que me llevaría el mismo tiempo que Carlos estuvo en la planta. También me gustaría nombrar a cada una de las personas que estaba en la planta, pero creo que alguien se me olvidaría y no me lo perdonaría. Sin embargo, no puedo dejar de nombrar a Maite, la enfermera que fue y es para Carlos una persona muy importante y especial.

En cuanto a mí, tengo la esperanza de que todas las plantas del hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres, al igual que todas las plantas de todos los hospitales del mundo funcionen como la 4., porque esto ayudará a los enfermos y familiares a llevar sus enfermedades con entereza como lo hizo Carlos. Espero que nunca lo olvidéis y yo os ayudaré a hacerlo con mis visitas a la planta cada vez que pueda. ¡Muchas, muchas, muchísimas gracias!