Las dehesas, tan de moda actualmente, tienen sus orígenes en el Fuero aunque se desarrollan en épocas posteriores, teniendo relación con el aumento de la ganadería y con la inmigración nobiliaria. Las tierras llamadas “germanas”, que debían de estar siempre bajo el mismo dueño fueron el origen de los mayorazgos. En el campo cacereño se distinguían, siguiendo a Floriano Cumbreño, dos clases de productos: los forestales y los agrícolas, llamados frutos. Había infinidad de árboles que poblaban toda la campiña. Entre los forestales destacaban las encinas y los alcornoques, que aportaban la leña que se necesitaba en los hogares para calentarse y para cocinar, y su madera se utilizaba para la construcción.

Entre los frutos sobresalían la uva, los hortícolas y los cereales, destacando el trigo, la cebada y el centeno; y entre las herbáceas, el lino. La grana fue un producto muy necesario en la época, pero al ser muy escaso se importaba de otras tierras, nombrándose en el teloneo que debían pagar los recueros. El teloneo era un impuesto que gravaba el tránsito y venta de mercancías, que pagaban los recueros (o arrieros) que eran los que conducían y cuidaban una recua, que eran los animales de carga que se llevaban juntos en el transporte de mercancías.

Los labradores eran los hombres que se dedicaban al trabajo de la tierra recibiendo diversas denominaciones según las condiciones de su trabajo. Los Medieros o Aparceros trabajaban en tierra extraña dividiendo el producto con el señor; los Collazos, trabajaban la tierra de un señor teniendo derecho a una parte de los frutos; los Hortelanos trabajaban la huerta bien fuera suya o ajena; los Yugueros eran siervos labradores que percibían el quinto de la cosecha y una retribución fija cuando empezaban a trabajar, consistente en productos agrícolas y tres pares de albarcas; los Jornaleros, trabajaban a jornal; los Segadores, que segaban al diezmo; los Solariegos, trabajaban las tierras de su señor y estaban exentos de pagar ciertos tributos; los Mesegueros, que eran los guardas de las mieses, y el Celerizo, encargado de la vigilancia del cillero, almunia o granero.

No tenemos mucha información acerca de los aperos de labranza y de los atalajes de los animales. En los documentos de la época aparecen el arado con sus complementos el yugo y la reja; la azada, el azadón, la segur y la podadera. A los animales de carga se les llama Atafarrada y se les cargaba con la angarilla o con el serón o enganchándoles en un carro. Todos estos términos aparecen siglos después en las bellas poesías del gran creador Gabriel y Galán.