"Cuando dejas tu casa, tu ciudad, con 52 años, hay que pensárselo mucho. Pero nosotros hemos tenido suerte, estamos bien en Barcelona". Son palabras de María José García, empleada de Waechtersbach durante 30 años (entró con solo 19) y miembros del comité de empresa durante largos periodos. De hecho, fue la última presidenta sindical y la última trabajadora en darse por vencida, porque capitaneó aquella propuesta in extremis de crear una cooperativa de cerámicas.

María José ha encontrado trabajo, una excepción entre la antigua plantilla. Pero no ha sido fácil. Tras el calvario final de Waechtersbach, ella y su marido decidieron coger las maletas y marcharse al municipio de Molins de Rei junto con su hija. "Hice un curso de auxiliar de geriatría y logré una plaza en una residencia del ayuntamiento y la Generalitat, estoy muy satisfecha", relata. Por un lado, recibe un salario de 1.900 euros, pero por otro, echa de menos Cáceres. "Es cuestión de irse acostumbrando", relata.

También mantiene el contacto con algunos empleados de Waechtersbach, "y cuando hablamos hay tristeza, cada uno sigue como puede, por eso no queremos recordarlo. Luchamos durante años únicamente por un puesto, no para hacernos millonarios, pero ya no hay remedio", comenta. Solo conoce a cuatro o cinco excompañeros que han logrado un empleo. "Muchos eran mayores y solo realizan algún trabajo puntual".

Cuando echa la mirada atrás, considera que la fábrica no tuvo apoyo suficiente. "Daba la sensación de que todo estaba hablado y la intención era cerrarla para acabar con el problema". Tampoco su proyecto de cooperativa pudo hacerse viable. "Lo presentamos en varios sitios y solo recibíamos buenas palabras, pero pasaron los meses y el ánimo de la gente se desinfló. En septiembre del 2006 nos reunimos y dije que no podía más", recuerda.