En la misma plazuela que se abre ante el Postigo de Santa Ana, haciendo ángulo, contemplamos el Palacio de los Condes de Adanero. Si uno es siempre poco objetivo a la hora de hablar de Cáceres, ante este rincón no puede evitar emocionarse. Es difícil decir cuál es el lugar preferido de uno, puesto que en unos casos es lo estético, en otros lo sentimental, unas veces lo familiar y otras vayan ustedes a saber qué tipo de sensaciones. Pero uno de los lugares que puede llegar a emocionarme es la fachada de esta casa, renacimiento, renacimiento puro, aires de Roma que se perpetúan a lo largo de los siglos, se reciclan, se modernizan, se actualizan y perviven gracias a ese misterio que es la sección Aurea, la divina proporción que hace que cuando la contemplemos, allá donde sea, sepamos que existe algo bello y equilibrado. Renacimiento y renacimientos, que diría Panofsky.

Una belleza sin igual

Ya he hablado en alguna ocasión de Sebastiano Serlio, pero no me he parado a explicarles algo de él y de su capital influencia sobre el arte español. A mediados del siglo XVI se traduce su obra Libros de Arquitectura al castellano y se publica en Toledo en 1552. La fachada, arquitrabada y con frontón, sigue los modelos de Rafael y de Giulio Romano, siguiendo el orden rústico, en el que las columnas se integran en sillares picados. El resultado, quizá lo más internacional de la arquitectura antigua cacereña, es de una belleza sin igual, un camafeo de hermosura y exquisitez.

La fachada, en ángulo recto, es austera, con amplios vanos simétricamente dispuestos y las ya conocidas armas de Ovando Mogollón, la cruz flordelisada cantonada de veneras y los dos osos con bordura de aspas. En el requiebro de la fachada se observa el escaqueado de las armas de los Ulloa, Marqueses de Castro Serna, Condes de Adanero, actuales propietarios del palacio.

El patio interior es sereno y proporcionado, columnado, como la mayoría de ellos en Cáceres y con una espléndida colección de blasones.

Fue antiguamente solar de los Paredes, pero fueron adquiridas por Pedro Rol de Ovando y las convirtió en sede de su mayorazgo, quien reformó las casas preexistentes hacia finales del XVI. Perteneció a la misma rama de los Ovando que poseyó el Palacio de la Generala, la de Francisco de Ovando, hasta que en el XVIII se produjo el pleito al que nos referimos y que daría lugar a las ramas de los Marqueses de Camarena la Real y de Camarena la Vieja, que se quedarían con este palacio. Los Condes de Adanero, actuales propietarios, no son, sin embargo, descendientes de estos Ovandos. El palacio pasó a su propiedad a la muerte del famoso García de Arce y Aponte, VII Marqués del Reyno, sucedida en 1897, en cuya persona se fundieron gran parte de los grandes títulos cacereños y sus fortunas. Los Condes de Adanero eran parientes suyos por parte de su madre, Mercedes de Aponte, Marquesa de Torreorgaz, y se vieron beneficiados con esta casa.

Los Marqueses de Castro Serna poseen una espectacular colección de obras de arte, procedentes muchas de ellas de la comenzada por José María Ulloa y Ortega Montañés, VIII Marqués de Castro Serna. El Marqués dedicó gran parte de su vida y su capital (que era bastante) a adquirir obras de arte, especialmente pinturas, procedentes de conventos desamortizados o de familias nobles arruinadas por la desaparición del régimen de mayorazgos. El sin embargo no vivió en este palacio, sino en el hoy conocido como del Vizconde de Roda, que perteneció a los Ulloa, Señores de Pajarillas, de los que él era descendiente propincuo. La fama de riqueza de esta familia se ha perpetuado en el imaginario colectivo cacereño y existe la famosa frase que se dice a los niños cuando piden algo de elevado precio: éste se ha creído que es hijo del Marqués de Castro Serna.

Un rincón para la Pasión

La plazuela es uno de los lugares más concurridos de la Semana Santa Cacereña, desde ella se cantan saetas, se sienten emociones fortísimas en uno de los lugares más plásticos del recorrido penitencial.

Muchos recuerdos se agolpan en mi memoria: túnicas y cirios, inciensos y escalofríos antes de descender nuestra peculiar Via Dolorosa.

Y así, entre fachadas sacadas de los grabados de Sebastiano Serlio, mayorazgos de los Ovando Rol, herencias del Marqués del Reyno y fortunas de los de Castro Serna nos adentramos en la callejuela lateral y contemplamos la hermosísima ventana --blasonada de Ulloa-- del Palacio de Roda. Joya de un barroco tardío, con leones de abiertas fauces.

Es impactante recorrer el callejón contemplándola desde nuestro contrapicado, una experiencia que bien merece ser hecha con cámara. Giramos a nuestra derecha y nos preparamos para el siguiente paseo, en el que el Marqués del Reyno volverá a hacer su aparición.