Nació en Guijo de Galisteo, un pequeño pueblo del norte de Cáceres, hace 29 años. Se ordenó sacerdote en 2010 y durante los primeros años ejerció en las Hurdes. Ahora es formador en el Seminario de Coria Cáceres y atiende tres parroquias.

--¿Cuándo decidió ser sacerdote?

--Me sentí llamado a ello desde pequeño. Siempre he tenido en mi vida el deseo de ser sacerdote. Ha sido algo muy continuo, aunque se sufren altibajos, el objetivo es claro. Además la ilusión por Dios siempre está ahí. Es como un pozo sin fondo, cada día penetras más en él y llegas a descubrir cosas impresionantes. Esa ilusión nunca se acaba.

--Aunque no es su patrona, siente devoción por la Virgen de la Montaña. ¿Desde cuándo?

--Cuando ingresé en el seminario como seminarista, hace 13 años. Los formadores nos invitaban a verla el día de la bajada y desde entonces ya tenemos esa tradición todos los años. Quererla, subir a visitarla, porque al final la sientes como algo tuyo. Aunque no sea tu patrona, es la Virgen María y verla es emocionante.

--¿Suele visitarla todos los días que permanece en Santa María?

--No puedo por las obligaciones que tengo, pero siempre intento sacar un hueco, incluso me traigo a los seminaristas.

--¿Qué actividad disfruta más en estas fechas?

--La que más me impacta es la bajada, ese momento para mí es muy especial. Cuando la Virgen llega el sentimiento es muy grande. La ciudad se vuelca hacia su reina, su madre. Y no solo la ciudad, sino en el interior de cada uno.

--¿Participaron de alguna forma?

--Este año hemos tenido la oportunidad de cantarle una canción en Santiago, cuando se encontró con el Angel. Después la acompañamos hasta la concatedral.

--¿Qué le pide a la Virgen?

--Que reine en los corazones de todos los cacereños.