El mirlo blanco de la diócesis de Coria-Cáceres es un joven cauriense de 19 años que (casi) siempre tuvo claro que su camino estaría en la Iglesia. Alberto José Díaz López se define como "un chico normal" que vive en el mundo actual y que no deja de quedar con sus amigos de toda la vida para tomar algo siempre que puede.

--El rector del seminario diocesano, Miguel Angel Morán, dice que con usted se acaba una década de mala racha. ¿Es una gran responsabilidad?

--No me lo había planteado así. Yo creo que ahora todos los seminaristas tenemos mucha responsabilidad porque somos pocos. De todos modos, igual que tienes la posibilidad de entrar aquí, también la tienes de salir, aunque cuando uno entra es porque tiene las ideas bastante claras. Es una responsabilidad, pero también te motiva.

--¿Siempre ha tenido claro que ese sería su camino?

--Siempre he querido ser sacerdote. Cuando a un niño le preguntan qué quiere ser de mayor y dice que futbolista, pues yo no quería ser futbolista, quería ser cura. La gente se quedaba impactada.

--¿Nunca ha tenido dudas?

--Tuve unos años rebeldes, como todos los chavales, con 13 o 14 años. Decía que no, no y no. Pero después tuve una experiencia muy fuerte con la Virgen y me di cuenta que era mi camino.

--¿Qué motivó ese paso atrás?

--En esos años hubo dos hermanos de mi padre que murieron en poco tiempo. Le pedía cuentas a Dios al ver a mi familia tan hundida. Luego me di cuenta de que en esos momentos es cuando Dios está más cerca de ti.

--¿Teme que vuelvan esas dudas?

--Esas dudas tan fuertes no deberían surgir, porque una vez que estás aquí... Ya tienes una edad y has tomado una decisión. Pero las dudas también te ayudan a crecer.

--¿Cómo fue esa revelación de la que habla?

--Fue en el santuario de Fátima, en Portugal, en una noche del rosario de las antorchas. La Virgen me dijo que mi camino era el de seguir a su hijo, que es lo que siempre me había dicho.

--¿Cómo se vive en el seminario?

--Tenemos cierta disciplina y eso nos ayuda a la vida de sacerdote que tendremos que llevar en el futuro. Tenemos una vida reglada, pero quien la vive bien, la disfruta. Yo soy una persona muy viva y me diverto mucho, aunque echo de menos el pueblo y mi casa.

--Qué concepto cree que se tiene del seminario en la calle.

--Hay dos visiones. La de la gente que nos conoce ve que los seminaristas somos personas normales que tenemos la ilusión de seguir a Cristo. Quien no nos conoce piensa que somos personas apartadas de la sociedad y que están todo el día rezando en la capilla. A mí ha habido gente que me ha dicho que "no me pegaba ser cura", que no tenía "pinta de cura".

--Tiene 19 años, es un chico joven ¿qué comparte con otros jóvenes de su edad?

--Soy una persona normal, un joven normal, que lleva una vida normal, pero con la inquietud y la vocación de seguir a Cristo. Yo tengo mis horas de oración, pero también me gusta salir, hago deporte... Cuando voy al pueblo, sigo saliendo con mi pandilla de Coria, me tomo algo y me gusta bailar, pero sé hasta dónde tengo que llegar. No voy a estar hasta horas fuera de lo normal, porque además, al día siguiente tengo que trabajar.

--¿Y a qué cree que se debe la falta de vocaciones? Dicen que es falta de compromiso por parte de los jóvenes...

--Totalmente. A la gente le frena la vida en célibe. Lo ven como una carga porque lo ven desde un punto de vista humano, pero no lo es, es una gracia que nos da Dios, un compromiso muy fuerte. El problema es que la sociedad, hoy en día, les tapa los oídos a los jóvenes.

--¿En qué sentido?

--Les muestra que es más 'guay' llevar una vida de fiesta, pasarlo bien y no tener responsabilidades. La gente va creciendo con unas ideas que no son. No digo que no haya que estar de fiesta, porque la fiesta sana es buena. Pero la gente no quiere compromiso. Y para eso tenemos que estar nosotros, para que la gente vea que somos personas normales y comprometidas.

--Y ante ese problema de vocaciones, ¿no sería bueno que se abriera a las mujeres el sacerdocio?

--En la Iglesia todo el mundo tiene su papel. Dios nos ha dado el sacerdocio a los hombres; los apóstoles eran hombres. Pero las mujeres también tienen su papel, hay órdenes de monjas. Nos tachan de machistas en la Iglesia, pero Dios da a todos la su papel.

--¿Y estaría a favor de que los sacerdotes se pudieran casar?

--Si a mí me lo cuestionaran, yo no me casaría. No lo haría, por responsabilidad. Cuando te ordenan sacerdote te comprometes a desempeñar la labor que Dios te pide, abierto a todo el mundo. Y tener una mujer y unos hijos no te va a permitir darte a todos. Un sacerdote, lo es las 24 horas del día. Un médico acaba en su consulta, se quita la bata y se va a su casa con su familia.

--¿El seminario le ha supuesto renuncias?

--Sí, sobre todo salir de mi casa y estar lejos de mis padres y de mi hermana. Supongo que salir de casa siempre es difícil.

--¿Cómo han vivido en su entorno el paso que acaba de dar?

--Siempre me han apoyado y cuando se lo planteé a mis padres, lo aceptaron y me dijeron que las puertas de casa siempre iban a estar abiertas. Y mis amigos ya el año pasado, en el seminario menor, me decían que ahora empezaría mi camino.

--La gente reprocha a la Iglesia su distancia con la sociedad actual. ¿Está de acuerdo?

--Es cierto que nos lo recriminan. Pero el Papa ya ha dicho que tenemos que ir avanzando con la sociedad, renovarnos y salir de la sacristía. El Papa, aunque de forma cariñosa, nos da mucho en la nariz y tiene razón, porque antes la gente iba a misa y creía en Dios. Es una pena porque muchos también creían de forma obligada. Y sin embargo ahora tenemos que salir a buscar a la gente.

--¿El Papa Francisco supondrá un antes y un después?

--Sin duda. Está poniéndonos en órbita, diciéndonos que esto no puede seguir así.

--La Iglesia ha sido noticia en los últimos años por temas desagradables ¿Cómo lo viven quienes están dentro de ella?

--Con mucho dolor. Y la pena es que al final nos meten a todos en el mismo saco.

--¿Qué le diría a un joven que duda de dar el paso?

--Que merece la pena. Que esto merece la pena y es lo más grande, porque estás llamado a ser un gran padre.