Chiringuitos, tenderetes, barbacoas, camperos por doquier, mucha gorra, mucha cerveza fresca y sobre todo muchísimas roscas vendidas en un santiamén. La romería más antigua de Cáceres congregó ayer a cientos de personas en la ermita de Santa Lucía, levantada hace seis siglos y vinculada a la parroquia de Aldea Moret, hasta donde llegaron devotos de Casar, Malpartida, Torremocha y otros pueblos para acompañar a la protectora de la vista. Pero sobre todo, la romería volvió a ser la cita por excelencia de los mineros , donde la pertenencia al barrio recobra su mejor sentido y se convierte en una satisfacción llena de reencuentros.

El barrió acabó en pocas horas con 500 roscas de anís y 700 coquillos elaborados, por supuesto, con la maestría de Isabel Caballero, una vecina conocida por sus dotes en la cocina. "No hay secretos, aunque la clave está en la masa ", comentó sonriente. Frente a ella, en la cola, aguardaban Javier y Guadalupe, la pareja agraciada este año con el tradicional borrego. "Somos conserjes de la Casa de la Iglesia y no podemos llevarnos al animal a comer hierba a Ezponda. Mejor cogeremos la opción del dinero", explicaron divertidos.

Muy cerca, las mujeres del taller misionero y una hilera de voluntarios atendían un puesto artesano, una tómbola y la mesa de ofrendas, con hermosos jamones, dulces, vinos y otras delicias donadas por empresas y vecinos. Todo el dinero se destinará a sufragar el arreglo del tejado de la ermita.

Los actos centrales, a los que acudieron el alcalde Saponi y la socialista Carmen Heras, fueron de nuevo la misa (en el interior, debido al mal tiempo), la procesión y el besaojos. El párroco, Miguel Angel González, aprovechó para recordar en su homilía "la obligación de políticos y vecinos de trabajar por la dignidad de este barrio, y el derecho que tienen sus gentes a vivir con la misma dignidad y paz".