Con permiso de santos, ángeles y arcángeles, los vecinos de Aldea Moret se han subido al retablo de su nueva iglesia. Los sacerdotes del barrio concibieron hace tres años el diseño de esta obra que tendría que ornamentar el altar del centro pastoral Jesús Obrero, y optaron por crear una gran composición con la vida de sus calles, sus vecinos, sus etnias, sus quehaceres, desde el antiguo minero bajando a las galerías hasta los niños del colegio Gabriel y Galán. El resultado ya es visible: Aldea Moret tiene el retablo más original de la ciudad.

Creado en arcilla roja por el ceramista Javier Llinás, a lo largo de un año de trabajo, este extenso mural de 10 metros de ancho por casi 7 de alto acaba de ser instalado sobre el altar. "Representa a la gente sencilla, humilde y trabajadora del barrio, además de la dimensión multicultural e integradora entre las distintas etnias que conviven aquí. También supone una alegoría al mundo del trabajo que tanto dignifica. Precisamente, éste es el templo de Jesús Obrero", explica Miguel Angel González, párroco de Aldea Moret junto con el sacerdote Jesús Viñas.

LA IMAGEN DEL MERCADO Las 33 figuras son tan variopintas que muchos necesitarán una misa completa para observarlas. Están inspiradas en el Himno de Filipenses de la Biblia y en el Libro del Evangelio de los Pobres de Marcelino Legido. Arriba, Cristo Resucitado, y sobre él, una mano y una gota de agua que representan a Dios como signo de vida. Debajo, dos caminos que se entrecruzan con distintos personajes habituales en el barrio. "El centro es una estampa del mercado que se celebra todos los sábados en Aldea Moret, y que supone el mayor punto de reunión", dicen los párrocos.

Así, el panadero comparte espacio con el marroquí que vende sus alfombras (representa una alegoría de todos los inmigrantes). Hay mujeres que caminan hacia el mercado, asistentas que cuidan de niños pequeños, un alfarero, un mecánico, un carpintero, los albañiles en plena faena, el gitano con sus burros y los quinquis en su oficio por excelencia: la tapicería.

Pero también aparece un cantero, un minero empujando su vagoneta como recuerdo a los auténticos orígenes de la barriada, un músico con su guitarra española, trabajadores frente a su ordenador, jubilados tomando el fresco, un pobre pidiendo, niños del colegio en sus pupitres y trabajadores de la limpieza.

Además, recoge varias semejanzas con algunos pasajes bíblicos y frases distribuidas a lo largo y ancho del mural: Pasó por uno de tantos, actuó como un hombre más , Es la luz del mundo o Es el agua viva . Sin duda, una singular comunión entre la religión y el día a día de un distrito sencillo, un concepto más cercano a la gente, moderno y acorde con la vida de la iglesia en los barrios, sin el recargamiento ni el lujo de los antiguos templos.

LLEGO LA INSPIRACION "Al principio no sabíamos como plasmar la idea, si en madera, mejor en pintura, quizás en otro material... Un día tuvimos que acudir a la Sala Malinche, dentro del Complejo Cultural San Francisco, y allí descubrimos un mural con motivos aztecas de Javier Llinás. Nos gustó tanto que rápidamente contactamos con él y pusimos el trabajo en marcha", explica uno de los sacerdotes de la barriada.

Aunque el diseño quedó decidido en el 2003, el autor sufrió un accidente que le obligó a retrasar un año la obra. "Los sacerdotes me transmitieron el concepto y poco a poco he distribuido las ideas, los textos y los signos litúrgicos. Optamos por un mural irregular para dar sensación de mayor movimiento", detalla el ceramista. Los párrocos pretenden celebrar un acto especial a modo de inauguración. Será el colofón a un gran templo que nunca se hubiera levantado sin el firme apoyo de los vecinos. Ahora ya están en los altares.