No han de pasar muchos días para que vuelva a repetirse el recuerdo doloroso de alguna cuita, alguna queja, tal vez una nueva reivindicación o solamente quejíos lastimeros de la deplorable situación que la marginación sigue ejerciendo en la barriada cacereña de Aldea Moret. Y muchos vecinos gritarán que están abandonados. Que nadie les ayuda. Que la marginalidad perenne, que no respeta ni tirios ni troyanos, sigue incrustando en las mentes de sus convecinos esa sensación de impotencia que les incapacita para reaccionar en el camino de las soluciones. Querrán más policía. Más inversiones- para no sabrán qué, ni cómo. O una nueva sede vecinal- porque la realizada por este o aquel partido solamente estaba hecha con fines electoralistas, no como la que haríamos nosotros, que sería construida únicamente con el fin de beneficiar a los vecinos, dirían los otros.

Cada noche, después de su jornada agotadora de trabajo, volverán sus vecinos a ese barrio, presurosos de encerrarse en sus casas, para huir una vez más de la responsabilidad de hacer frente, arrimando su hombro, en la búsqueda de las soluciones que pudieran resolver la situación padecida. ¡Volverán a culpar a los políticos de la situación! Y por la mañana saldrán corriendo de sus casas para enfrentarse con su trabajo donde están, como siempre, escasamente remunerados.

Sus hijos irán, o no, a la escuela. ¡Qué más da! ¡Total pa lo que aprenden !, dirán algunos. Con estas actitudes irán potenciándose aún más las taras negativas que han venido aquejando a esta entrañable barriada, antaño bravía y solidaria, como suele serlo el minero, forjado en las galerías y los hornos; de mirada profunda, forjada por la luz del carburo que, apagando tinieblas, les enseñó a buscar los caminos a seguir.

Han surgido en mi mente estas reflexiones producidas por una noticia aparecida recientemente en EL PERIODICO EXTREMADURA: "Un proyecto pilotado por Aldea Moret saca de la pobreza a familias de Perú".

¡Y muchos vecinos ignorándolo! Porque no deben saber que a pesar del drama diario que soportan, su alma generosa está colaborando con sus aportaciones; sacrificios, y otros tipos de ayudas, en la educación y desarrollo intelectual de unos 40 niños en la actualidad, allende los mares. Y que con ellos están colaborando la parroquia de San Eugenio, el colegio Gabriel y Galán, el colegio Diocesano-

El apoyo a cada escolar cuesta 300 euros al año aportados íntegramente por los vecinos de Aldea Moret (este curso mantienen a 22), por los padres del colegio Diocesano (13) y por los parroquianos de Fátima (7). Además, las mujeres de Aldea Moret realizan trabajos todo el año (ropa, menaje...) para obtener más fondos.

Indudablemente, se trata de un loable ejercicio de solidaridad caritativa hacia nuestros semejantes lejanos. Pero yo he empezado a creer que sus vecinos deben ignorar tanta generosidad por su parte. Porque si no, no se entiende de sus quejas continuas.

¿Sería conveniente que reflexionaran sobre la necesidad de comenzar por canalizar esos euros y esos esfuerzos que aportan; junto a su parroquia, su colegio, el Diocesano, los parroquianos de Fátima, y esas abnegadas mujeres de Aldea Moret, y la importancia que tendría su utilización en la formación de sus seres más próximos, aquí en su propia barriada, para intentar erradicar los males producto de sus quejas?

Una vez conseguido, dentro de unos años por cierto, sus descendientes (una vez realizados) podrían retomar la iniciativa cargando sobre sus espaldas la encomiable tarea de culturizar a esos pueblos de Dios al que tanto daño hicimos, según dicen algunos, con descubrirlos e intentar enseñarles una nueva vida.

Tal vez lograrían entonces ofrecer sustento y formación a 40 (o más) escolares de Chincha Alta (distrito de 49.740 habitantes en la costa peruana del Pacífico), que de otro modo no podrían salir de los suburbios en los que viven.

Con ello se alcanzarían dos metas: vivir el orgullo de haber llevado su barrio a las cotas más altas, y poder sentir la pasión de colaborar en la formación de los seres de otros pueblos, que como ellos (habiendo sufrido atrasos), ya podrían irradiar a los demás su naciente cultura ganada.