Todo el mundo conoce a Alfredo Durán en el ayuntamiento, en la calle, en la feria, en los toros. Porque Alfredo ha sido el alma de la Concejalía de Festejos durante veinte años y el funcionario más jocundo del último medio siglo en el consistorio. Su actividad arrolla, su verborrea divierte y sus tacos e historias picarescas le han valido un sin fin de amigos. Tiene una anécdota por minuto y una sonrisa por segundo. Pero Alfredo se jubila y muchos lo sienten ya. De hecho, la cena de despedida se anuncia en los periódicos con homenajes y actuaciones en el club El Encinar.

--¿Funcionario de vocación?

--No lo sé. Cuando era adolescente perdí a mi padre y por mediación de mi madre conseguí un empleo en el ayuntamiento. Entré el 14 de abril de 1954, cuando era alcalde Meseguer, como auxiliar administrativo del mercado central, en los Balbos, y ganaba 80 pesetas a la semana. En la época de Bustamante pasé a Intervención, y hace 20 años el concejal Agustín García me reclamó como secretario de Festejos. Hasta hoy, medio siglo y 6 meses.

--No hay secretos en las fiestas para usted. ¿Quién ha sido el alcalde más juerguista?

--Ninguno, de verdad. Pero los concejales de Festejos sí han sido animados. El más, sin duda, Teodoro Casado, que se pegaba horas al pie del cañón en la feria, en los toros, en todos sitios, y lo llevaba de buen talante. Tenía las cosas muy claras: durante una época los feriantes no llegaban a ningún acuerdo y él decía que no se instalaba ni uno en el ferial. A Pepe Alvarado, otro de los concejales entregados a la causa, también le ocurrió y también se plantó. Vamos, que en 1992 no hubo cacharritos y tuvimos que buscarnos la vida con castillos flotantes y trenecitos varios. María Fernanda Sánchez también pasó buenos años en Festejos.

--¿Lo que no olvidará nunca?

--Yo era el tío del maletín , porque antiguamente el ayuntamiento pagaba a los artistas en metálico. Y ahí me ves a mí con el dinero a cuestas, acompañado por policías, por amigos, hasta por mi cuñado, en medio de la feria.

--¿El maletín más gordo?

--Quizás el de Paloma San Basilio, que fueron tres millones de pesetas. ¡No! El de Rocío Jurado, con cuatro millones y medio. Actuó en la plaza durante los festivales medievales. Aquel año vinieron Tip y Coll, Marta Sánchez, Aute y otros. El caché más bajo era el de Los Cantores de Híspalis, 110.000 pesetas, pero la plaza se llenó y fue el único concierto de las últimas décadas que ha salido rentable. Ahora los organizan promotoras. También recuerdo a la Pantoja, un día que toreaba Paquirri en Cáceres. Cantó y se llevó 750.000 pesetas.

--¿Y un trago malo?

--Contratamos a Basilio, y justo cuando iba a venir ganó un festival, vamos, que se hizo el más famoso del momento. En aquella carpa de Los Fratres cabían 800 personas, pero entraron 3.000. Y Basilio que se confundió de carretera, y la gente gritando como nunca. Tuve que salir al escenario e inventarme que se estaba duchando. Al final llegó y actuó.

--¿El artista que más le ha impresionado en estos años?

--Norma Duval, despampanante como su espectáculo. Nos pidió una rampa, y nosotros dispuestos a poner lo que hiciera falta.

--¿Y la mayor decepción?

--Muy reciente, la de Bisbal. Estuvimos horas negociando, pero no hubo forma. También Sabina, que dijo que estaba ronco y no actuaba. En el ferial le esperaban 9.500 personas, así es que Teodoro Casado y yo nos fuimos a su hotel. Gracias a que Teodoro llevaba un pin del Atlético de Madrid y Sabina dijo: "¡Coño!, de mi equipo. Vamos a ser buenos compadres", y actuó. El trato de Alejandro Sanz tampoco fue espléndido.

--Usted tiene su propia experiencia musical...

--Creamos la orquesta Mambo en el 58. Yo era el vocalista y tuve la primera guitarra eléctrica de la región. ¡Vaya tiempos...!