En 1960 Cáceres despidió a Eulogio Blasco, conocido por todos como El Mudo , polifacético e innovador creador, un artista del dibujo, la pintura y la escultura que nació en 1890 y que vivió en la calle Pintores. A los 6 años Eulogio ingresó en el Colegio de Sordomudos de Madrid y a los 14 en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Viajó por Europa, celebró exposiciones por toda España y concurrió a certámenes internacionales en París, Bruselas y Roma.

Blasco fue discípulo de Cecilio Plá y Muñoz Degrain y en Cáceres trabajó en la Escuela Elemental del Trabajo, que estaba en Primo de Rivera, enfrente del Múltiples, donde cada noche daba clases de arte junto a Juan Caldera, otro de nuestros pintores más genuinos. Las tres hermanas de Eulogio tenían una tienda católico religiosa muy célebre en los bajos de su casa de Pintores en la que vendían rosarios, escapularios, sagrados corazones de Jesús... El comercio, fundado en 1827, estaba entre Mendieta y Correa, donde ahora está Deportes Olimpiada, y se llamaba El Precio Fijo.

El pintor tenía su taller en Barrionuevo, una calle que tras la guerra civil pasó a llamarse José Antonio y que luego recuperó su nombre original. En aquel edificio, situado en el número 34, estuvo la primera tienda de Galerías Madrid y hubo una pensión de frailes y sacerdotes por la que cuentan que pasó Pedro Almodóvar cuando el director de cine estudiaba en el San Antonio.

Muchos años después, en octubre de 1988, justo el mes en que murió el renombrado cabo Piris, Jesús Regidor y Teresa Montero alquilan a Anita Blasco, una de las hermanas de Eulogio, el taller del pintor y abren Almoneda, una tienda de antigüedades que entonces era algo muy esnob para Cáceres porque por aquí no existían negocios de ese tipo.

Jesús Regidor nació en Baños de Montemayor y su padre era dueño de una conocida peluquería de Plasencia. Los padres de Teresa llevaron, también en Plasencia, primero una imprenta y librería y después la Mercería Viuda de Generoso Montero . La pareja se conoció en Plasencia, estudiaron en Madrid, él Psicología y ella Asistente Social.

Jesús Regidor llegó a la ciudad con apenas 20 años como jefe de estudios del Diocesano, un colegio que tenía internado y en el que daban clases Paco Caja, Montse Elviro, Ceferino Martín Calvarro, Manolo Femia o Florentino Muñoz. De mediana estatura y voz inconfundiblemente peculiar, Regidor también dio clases en el Sagrado y Las Josefinas (colegio éste último al que todos en Cáceres conocen como Las Pepas y donde Jesús fue uno de los precursores para que se convirtiera en mixto). Su docencia la culminó en el García Téllez, instituto donde obtuvo la plaza en propiedad y que en sus orígenes fue una escuela de Formación Profesional que estaba en Gómez Becerra, donde ahora está el centro de formación de adultos. Regidor era profesor de Filosofía, Historia y Lengua Clásica. Entre sus compañeros de aquella época: Manolo Cebriá, Valentín González, Alfredo Villegas, Andrés Bote...

Jesús y Teresa tuvieron dos hijos: Jesús y Alvaro, y empezaron viviendo en el Camino Llano, la calle donde compartían espacio el colegio Paideuterion, el hostal La Princesa, la colchonería Conejero, la relojería Mayoral y la empresa de Autobuses Caballero. Camino Llano era entonces cada miércoles un hervidero porque allí se ponía el mercado franco. En la calle vivían el señor Antonio, que vendía huevos de campo en un garaje, o la señora Presenta, que era hortelana y también tenía un puesto en el mercado.

Del rastro a la Almoneda

Jesús y Teresa siempre se sintieron fascinados por las antigüedades. Desde muy jóvenes pateaban el rastro de Madrid, esa última frontera de Europa con Africa que encandiló a la pareja. El matrimonio tenía claro que quería probar suerte con esta aventura que más que un negocio era un sueño. Y así nació Almoneda, ese local romántico y bohemio, con dos estancias separadas por un arco de medio punto, de techos muy altos y suelos amarillentos de catalana que era como tener el rastro de Madrid metido en una bombonera.

Cuando Teresa y Jesús llegaron a la Almoneda se encontraron con un local donde aún se conservaban el torno, los moldes y el caballete de Eulogio Blasco. En esos años, Barrionuevo era una de las calles más transitadas de la ciudad, un trasiego de gentes que vivían en el cuartel. Tenía parada del autobús urbano, había bares como El Racimo o El Faro, allí pasaba consulta José El Sabio, que era curandero, y Galapero, que era hortelano, vendía sus verduras.

Al fondo de la Almoneda, Jesús y Teresa pusieron una mesa camilla con un brasero donde la pareja tomaba asiento y mantenía largas conversaciones con los clientes y amigos que se acercaban a la tienda, que abría siempre por la tarde: Federico Alba, magistrado tristemente desaparecido, Abril Martorell y hasta Josema Yuste, de Martes y Trece, pasaron por Barrionuevo. Fue una tienda muy vivida, de inolvidables tertulias que germinaron incluso en una asociación: Encuentros en Almoneda.

Almoneda era como un gran bazar donde se amontonaban lámparas, cuadros, piezas de cerámica, cristalerías, vajillas... Había sofás, muebles, tinteros de cerámica, bacías de barbero como las que Don Quijote se ponía de sombrero y hasta unas obras manuscritas (cartas y poesías) de José Echegaray, primer premio Nobel de Literatura español.

Un día, estando Jesús y Teresa en su Almoneda llamó a la puerta un señor que se hacía llamar Ridley Scott y que resultó ser un director de cine británico en busca de muebles y vestuario para rodar en Cáceres una película. La Almoneda se convirtió desde entonces en proveedor habitual de atrezzo para largometrajes.

El rodaje de 1492: la conquista del paraíso , con Gerard Depardieu en el reparto, puso a nuestra ciudad en el punto de mira internacional. La superproducción cambió por imperativo cinematográfico el color de la fachada de la Preciosa Sangre, que desde entonces luce encalada en blanco. La llegada a Cáceres el 2 de diciembre de 1991 de Depardieu, Angela Molina, Fernando Rey y Armand Assante tuvo una repercusión sin precedentes en la ciudad, donde se llenaron hoteles y se contrataron a 2.000 cacereños como figurantes.

Scott recreó durante 15 días en Cáceres la Granada de Cristóbal Colón, un montaje presupuestado en 4.000 millones de pesetas: todo un espectáculo que convirtió a Cáceres en un escenario del siglo XV donde corrían a sus anchas descubridores, herejes, inquisidores y clérigos.

La tienda cerró el 30 de diciembre del 2009 y desde entonces Jesús y Teresa saben que mirarán eternamente con nostalgia al taller de Eulogio Blasco que luego fue la Almoneda: aquella bohemia bombonera, reflejo de los dulces 90, los años más florecientes de un Cáceres que contó fascinado al mundo entero cómo Cristóbal Colón había, por fin, descubierto América.