Emilio de Justo salió ayer a hombros en una tarde tan significativa para él cual es la de la alternativa. Lo hizo por méritos propios, tras cuajar a un gran toro y desatar la pasión en unos tendidos prácticamente llenos de un público que vibró con su labor.

La corrida de los dos hierros de Borja Domecq dio muy buen juego, lo que fue esencial para lo que ayer se vivió. Toros de bonitas hechuras, bajitos, largos de cuello, muy armónicos, lo que a priori auguraba un buen comportamiento, el cual casi todos confirmaron después.

Alejandro Talavante dio espada y muleta a Emilio de Justo para que diera muerte a Capuchino , un toro al que antes toreó con empaque a la verónica y tuvo buen son, pero, justito de raza, pronto se vino a menos. Le llevó el toricantano con suavidad y despacio, mas falló con la espada y se esfumó la oreja.

El sexto fue un dije. No podía fallar y no falló porque aguantó series en redondo en las que lució el buen concepto del toreo de Emilio de Justo. Enganchaba al toro por delante y se lo traía detrás de la cadera. Le dejaba la muleta puesta y las tandas en redondo brotaban una tras otra. Mató de una gran estocada y cortó dos merecidas orejas.

Alejandro Talavante sorteó un primer toro noble y con buen son en sus embestidas. Con él explicó los fundamentos de su toreo, cómo espera a los toros, cómo les lleva hasta que da el brazo, pasándoselos además muy cerca. Toreó muy bien y fue el fallo a espadas lo que sólo le permitió saludar.

El cuarto fue un astado que tuvo la gran virtud de seguir la muleta por abajo y repetir los pases. Fue la de Talavante una faena de alto voltaje, siempre en los medios, de trazo largo y muy ligada porque tras rematar el muletazo el torero dejaba puesta la franela. Pasado el toro de faena, la consecuencia lógica fue que se defendió cuando quiso el diestro entrar a matar. No cortó trofeos pero seguro que esos gritos al despedirse de ¡torero, torero! sabrían a gloria al joven matador.

Cayetano tuvo un primer astado noble pero no humillaba. La faena fue con la diestra y supo llevarle, para al final prodigar los desplantes, que siempre son de buen gusto en este torero.

El triunfo grande llegó a Cayetano ante el quinto, un gran toro que tuvo clase a raudales, pues además tuvo mucha fijeza y repetía por abajo. El trasteo tuvo un fuerte contenido estético, porque Cayetano, cuando llevaba al toro, cimbreaba la cintura, acompañándolo. Así es el toreo bueno, cuando toro y torero forman un todo. Las series en redondo, por ambas manos, resultaron excelsas, y las dos orejas dejaron un gran sabor de boca.

Unos minutos antes de que diera comienzo el festejo, el alcalde de Cáceres hizo entrega al jovencísimo novillero Jairo Miguel de un trofeo, que representa el profundo cariño que la ciudad siente por quien hoy es una promesa del toreo y, tal vez mañana, una realidad.