El Servicio Extremeño de Salud ha concedido provisionalmente el servicio de ambulancias a una empresa andaluza y las críticas no se han hecho esperar. En ningún sitio he leído o escuchado que haya sido manipulado ni se hayan encontrado intereses oscuros en la adjudicación. El pecado es al parecer mucho más grave: se lo han concedido a una empresa que no es extremeña. Los enfermos hasta ahora no han dicho nada aunque supongo que si se les preguntara nos contestarían que el carnet de identidad no les importa mucho sino la celeridad, dotación y eficacia de las ambulancias.

Sin embargo hay gente que continúa pensando que el lugar de nacimiento, algo que es casual y para lo que nadie hace méritos, es un hecho diferencial que añade un plus a cualquier actividad. No obstante me pregunto si a la hora de padecer una delicada operación pone como condición lo del carnet o la pericia y experiencia del cirujano y si lleva a cabo sus inversiones mirando el origen del banco o la rentabilidad que le prometen.

Que esta manera de pensar sea exportable a otros lugares no debe llevarnos a seguirla pues, aparte ser una creación del nacionalismo paleto, resulta indeseable e imposible en un mundo globalizado. Dicho lo cual creo que el hecho de que se haya concedido a una empresa de fuera con todos los pronunciamientos legales nos debe conducir a reflexionar acerca de por qué nuestras empresas no han sido capaces de mejorar o al menos igualar la oferta.

Y esto sirve para todo tipo de contratos y actividades, de manera que lo que está en solfa no es el Servicio de Salud Extremeño sino nuestro tejido empresarial y la capacidad de todos y cada uno de nosotros, a no ser que creamos que el ser extremeño es una garantía tanto en la empresa como en una profesión liberal o en el funcionariado. Mejor nos iría si hubiéramos sido capaces de crear un tejido productivo que hubiera permitido a muchos de nuestros jóvenes triunfar aquí en lugar de verse obligados a hacerlo en Londres, en Copenhague o en Madrid.