Tras 16 años en Italia, regresa a su ciudad de origen donde ha montado un estudio en la galería El Descubrimiento. Le gusta pintar trapos colgados y marionetas para que la gente descubra todo el universo que lleva dentro. Ana Hernández muestra su obra en El Gran Café de Cáceres y en octubre la llevará al Louvre. Entretanto, hace parada en EL PERIODICO.

--¿Qué puede ver el público en El Gran Café?

--Una colección que abarca del 2008 al 2012. Son cuadros de corte surrealista y oníricos.

--Usted viene de Italia...

--Soy de Cáceres pero he vivido 16 años en Italia. En la ciudad llevo 9 meses y tengo un estudio en la Galería El Descubrimiento. He venido para quedarme.

--Hable de su periplo italiano...

--Me marché por motivos personales y me formé como pintora. Trabajé con dos buenos maestros. A Italia llegué en 1995, allí tuve siete años de encierro, aprendiendo, hasta que en 2002 organicé mi primera exposición; desde entonces ha sido un no parar.

--Y muy pronto, al Louvre...

--Sí. Allí expondré del 19 al 21 de octubre próximos y lo haré a través de mi galerista. En Italia hice exposiciones muy importantes y tenía una larga trayectoria pictórica. Este galerista me ha dado la posibilidad de exponer en Florencia, en muchas ferias de arte, y ahora de participar, junto a otros artistas italianos muy afianzados, en esta del Louvre. Cada uno llevaremos cuatro obras.

--¿Por qué pinta?

--Por necesidad interior, no sería persona sin mis pinceles. No paré hasta conseguir mi objetivo: plasmar en un cuadro lo que estaba en mi cabeza.

--Elija un cuadro...

--El alma habla por mí . Está colgado ahora en El Gran Café y es un paisaje de mar del que afloran dos maniquís con cabezas de estatuas en actitud de beso. Del agua sale un pez volador o un ave pez, no sabría bien cómo definirlo. Es una de las obras más surrealistas de la colección.

--En sus obras se repiten las marionetas, los maniquís, ¿es esa la búsqueda del yo?

--Puede que las marionetas me representen, no lo sé. Se trata de muñequitas con el pelo rubio y rizado. También me gustan las cerraduras, las llaves... quizás se trate de un proceso de descubrirme y de que los demás descubran lo que mi universo interior puede tener dentro.

--Y ahora la pregunta del momento. ¿Cómo afronta la crisis?

--En Italia vivía muy cómodamente del arte. Aquí ha sido empezar de cero. Los tiempos son difíciles para todos y mi cotización se ha reducido, pero sigo vendiendo y eso es algo muy positivo. Mis cuadros están desde en el Ateneo hasta en un café. No me puedo quejar.

--¿Y qué le dijeron sus padres cuando se hizo pintora?

--Estaban acostumbrados a verme siempre con colorines. Ahora mi padre es mi mayor fan.

--¿Qué le inspira cuando pinta sus cuadros?

--La inspiración está en los lugares que te han marcado profundamente, por eso la encuentro en Italia y ahora en Cáceres, una ciudad que después de 16 años he encontrado muy bonita y con mucha efervescencia cultural.