Ángel Arias Crespo ante todo era una persona buena que amaba la vida. Nació y murió pintando y, tal vez, se fue cuando la vista le impidió realizar aquello que más sentido daba a su existencia. Expresar con dibujos y colores lo que le decía su corazón.

Aquí, en el Centro de Educación de Adultos de Cáceres dejó una huella imborrable cuando el día 27 de octubre del año 2015 nos ofreció su juventud eterna a través de sus palabras y de sus obras…

En nuestras paredes cuelga un cuadro lleno de luz y esperanza, porque como bien refleja su hermano Antonio en su libro “La vida de nadie termina porque la edad no nos permita seguir haciendo lo que ha constituido la actividad cotidiana, por muchos años que la hayamos desarrollado. La vida del hombre es eterna, porque viene del pensamiento de Dios que es eterno y continuará por los siglos de los siglos aún después de nuestra desaparición física de este mundo. Esa, al menos, es mi esperanza”.

Ahora nos queda disfrutar de su generosidad al donar una gran parte de su obra. Esa era su ilusión y su esperanza.

Seguro que los que le queríamos teníamos pendientes algunas cosas que decirle, quizá una visita, un abrazo, una conversación, un hasta pronto…sabemos que en vida casi todo tiene solución y después, después hay algunas cosas que también la tienen.

Gracias Ángel, ¡por todo!

El artículo lo ha escrito

la directora del centro de adultos Araceli Rubio Miguelsanz