Comienza el mes de junio con su ritual: al habitual reciclaje de abanico adquirido en la feria de san Fernando, le sigue el cambio de armarios propio de la estación que nos llega en breve. Los que esperan al 40 de mayo, lo hacen impacientes mirando el calendario, como aquel atleta que aguarda en la salida soñando con realizar su mejor marca.

Los más jóvenes retoman los libros tras tantos fines de semana festivos en la capital, y se enclaustran en las bibliotecas con el propósito de fortalecer codos y mente, y así escapar gloriosos de los exámenes de fin de curso. Hay quien ya planea sus vacaciones de verano, o incluso las adelanta, aprovechando que son altas las temperaturas, pero no la temporada, con la reducción en precios que esto implica..

El sexto mes del año se nos hace corto, e intentamos cubrir todo lo que hemos dejado aparcado en terrazas y veladores entre hielos y poca brisa. El verano asoma tras la esquina, y con él una larga lista de propósitos (más extensa que la de año nuevo).

Comenzamos dietas tardías, ejercicios tardíos y conciencias tardías; y nos consuela que las rebajas también lleguen con el sol, por si los propósitos no llegan a buen fin y hemos de tirar de etiquetas con nuevas tallas.

Echamos mano de agenda para concertar las citas propias antes del verano: médico, mecánico y cuñado (aunque bien se sabe que el tercero sabe más que los otros dos juntos).

Es mes también para planear reformas y angustiar la siesta del vecino, o arreglar las terrazas para cenar al cobijo de los mosquitos. Los padres ya buscan entretenimiento para sus hijos: campamentos, cursos de inglés, natación, informática…o punto de cruz, el caso es que tengan algún sitio y entretenimiento con el que agotar las horas laborales prevacacionales.

Hemos llegado al mes en el que pretendemos pasar la ITV cumplida en marzo, renovar carnet y pasaporte caducados en abril, y perder los kilos ganados en enero.

El mes del «quiero y no puedo», y del «¿por qué no hice esto antes?». Sí, junio es el mes del arrepentimiento para muchos y el de orgullo para otros, pero siempre comienza con el mismo ritual: reciclaje de abanico de la feria de san Fernando y cambio de armarios. Somos animales de costumbres.