La novillada de Jaime Brujó hizo que la tarde en el coso de la Era de los Mártires se tornara en soporífera. Rara vez ocurre en una plaza de toros, porque la propia lidia siempre tiene, en sí misma, interés. Pero los novillos que ayer saltaron al muy blando albero cacereño, casi en su generalidad, ofrecieron una pelea a la defensiva, muy deslucida. Fueron mansos, alguno de libro, y sólo el quinto tuvo alguna arrancada de mejor estilo.

Daniel Morales tuvo un primer novillo complicado. Ya en el capote se quedaba corto y la faena la inició el torero por alto. Cada vez más violento el astado, el trasteo no levantó el vuelo y en él sólo se pudo apreciar la voluntad del diestro, que hizo el esfuerzo mas sin brillar. Le cogió de mala manera al entrar a matar y se libró el novillero por poco, manejando mal la espada.

El cuarto fue un manso sin paliativos. Era un burraco con cuajo que hizo una mala pelea en varas, tras lo que salió huido hacia toriles, donde los animales de acusada mansedumbre tienen su querencia. Daniel Morales inició la faena llevando al astado, que pronto renunció a embestir. Fue una continua porfía entre el torero, con ganas de agradar, y el manso, descaradamente a la defensiva.

Oliva Soto es un gitano de Camas, sobrino de aquel banderillero que fue Ramón Soto Vargas, el cual murió en el albero sevillano. Tiene una agraciada figura y dicen de él que tiene un buen concepto del toreo. Pero ayer, a decir verdad, poco se le pudo ver.

Dentro de lo que cabe, tuvo el lote menos malo y en él entró un segundo novillo al que toreó con cierta personalidad a la verónica, abierto el compás y con el mentón hundido en el pecho. El animal llegó descompuesto a la muleta y se vencía por el pitón derecho. Había que llevarle pero el diestro adoleció de falta de quietud y mando. Lo mejor fue la estocada, que le permitió pasear una oreja pedida por un público generoso.

El quinto de la tarde tuvo alguna arrancada potable cuando le daba sitio y por momentos pareció que la faena iría para arriba. Debía de haber insistido más, dejándole la muleta puesta en la cara. Tras un bajonazo tuvo una fuerte petición que el presidente no atendió.

Salvador García poco pudo hacer ayer. Aspero su primero, sin recorrido, sólo pudo estar valiente ante él. Lo mismo que ante el sexto, que se quedaba muy corto y que jamás humilló.