Iba a ser psicóloga y terminó en Derecho por sus salidas profesionales. Nunca pensó en ejercer sino en alguna oposición, pero acabó en el despacho de Joaquín Cabrero y allí nació su vocación. Hoy su mayor satisfacción profesional es "poder ayudar a la gente a solucionar sus problemas" aunque tenga que lidiar a veces con "incomprensiones de tribunales, la ignorancia de compañeros del código deontológico o los clientes que no quieren ver los esfuerzos". 25 años después "volvería a ser abogada".