Antonia Ruiz Belmonte, de 62 años, tomaba ayer el sol en la calle Ródano sentada en una silla junto a su nieto y otros niños. Es una de las vecinas más veteranas del bloque C --lleva viviendo desde 1986-- y enseña con orgullo el salón de su casa, con fotos de familiares por todas partes. "Si me tengo que ir, me voy, pero estoy a gusto en el bloque", afirma esta mujer, que añade que ya quedan pocos vecinos y que el edificio se ha deteriorado mucho. "Hay ratas y mosquitos", asegura Antonia, que pone como condición un piso en la planta baja si tienen que trasladarla. "Estoy mal de las piernas y me cuesta mucho subir las escaleras", dice la mujer, que vive en una vivienda de la primera planta con otros cuatro miembros de su familia.

Le acompaña su hija Emilia Carrere, de 33 años. Vive cerca del bloque C y visita a su madre con frecuencia. Aseguran que hace tiempo que se dejaron de limpiar las zonas comunes y que antes pagaban 2.000 pesetas de comunidad. A veces dan un euro para la limpieza, aunque el lamentable estado de los rellanos no lo demuestra. Al llegar a la puerta de la casa, el panorama cambia: una hilera de macetas dan aspecto de oasis a la esquina donde está la vivienda. La luz de la calle entra por las ventanas. Antonia tendrá que colocar sus fotos en otro salón si el edificio llega a desalojarse por fin.