No sé cuantas generaciones de niños de mi familia han encontrado el sueño acunados por esta canción. Se la escuché tantas veces a mi abuela y a mi madre que la aprendí de memoria.

Ahora me fascina por su ingenuidad pero en mi niñez me preguntaba por el dominio que tenía Antonio del lenguaje de los pajaritos y sobre todo por su increible poder de convicción. Recuerdo una excursión a Padua, con la recordada Marito, en la que cantamos esa conocida canción (debió ser iniciativa de Emilia Galán) a las puertas de la basílica tan repleta de exvotos.

San Antonio es uno de los santos a quien se ha recurrido en más ocasiones y con muy distintos motivos. Eso es señal de que suele hacer caso. Mi abuela decía que era ´mu buscaor´ y, desde luego, a ella no le fallaba nunca. Lo mismo daba que fuera la aguja de la calceta como el llavín de un armario. Porque las llaves de entonces era imposible que se perdieran.

El único problema de san Antonio es que por lo visto es muy interesado. Vamos, que si no hay dinerito al medio no se levanta para buscar nada.