El sueño de cualquier cacereño debería ser el de vivir en la ciudad antigua. Sin embargo, las encuestas muestran los problemas que sus moradores encuentran en el lugar. Y uno de los primeros es el de la escasez de aparcamientos. El diseño de sus calles la hacen muy difícil para el tráfico rodado y parece una buena medida prohibir la circulación. Sin embargo, en ese lugar no sólo hay edificios señeros y calles empedradas. Hay ciudadanos que tienen unas necesidades entre las que está la necesidad de aparcar su automóvil. Una veces por la escasez del terreno que ocupa la vivienda y otras por la imprevisión del ayuntamiento al no exigir una cochera en los edificios, muchos coches no tienen un techo bajo el que dormir.

Y aunque es necesario proteger el entorno de las agresiones que le causa el tráfico, no parece sensato que deba hacerse a costa de la calidad de vida del ciudadano. Por eso es imprescindible que se les provea de aparcamientos, una tarea que debió ser la primera y que se arrastra a veces sin criterio desde hace unos años.

Ahora presentimos que una parte de la solución puede estar cercana con el aparcamiento de las Claras, aunque el concejal dice una cosa y las monjas otra. Hay que comprenderlo, pues debe ser muy difícil entenderse a través de una celosía.

Lo que no parece oportuno es que se haga un aparcamiento para salir del paso. Es necesario aprovechar la ocasión para ofrecer plazas a residentes y turistas, amén de otros servicios, tiendas, centros de interpretación, que faciliten la visita. Otro tanto debe decirse del resto de los estacionamientos. Pues si rodeamos a toda la parte antigua de buenos servicios tendremos ganada una gran batalla. Ojalá muy pronto podamos decir: he aparcado en las monjas.