España tiene algo especial. No hay pueblo en el que no se haya aparecido la Virgen. En EEUU ni uno. Quizás sea verdad aquello de que la Virgen se aparece a los tontos y a los ignorantes. Ya se sabe que la Virgen es muy rutinaria. Siempre se aparece en una montaña y a un pastor, aunque tiene buen conformar pues sólo pide una ermita.

En Cáceres se apareció a su debido tiempo a un pastor, que no debía ser muy letrado pues no encontró nombre para dicha Virgen y la llamó de la Montaña, lo cual es muy de agradecer pues imagínense lo que hubiera sido Cáceres con una Virgen que no se llamara de la Montaña. Pero si España es especial, Cáceres no digamos y por allá por los 40 se volvió a aparecer en Las Minas. Fue un acontecimiento. Llegada al lugar, la gente no veía nada, pues ya se sabe que sólo pueden ver el milagro algunos privilegiados, en este caso mujeres y niñas que subían el cerro de rodillas y no sangraban. Y si un cacereño no ve nada le parece que le están timando. Porque hacer no hará nada pero necesita ver. La cosa duró una temporada pues aquí no tenemos gente con espíritu empresarial y en lugar de convertir aquello en un Fátima o un Lourdes mangurrino con su santuario, sus hoteles y sus comercios acabaron poniendo unos pinos, que ni dan piñas ni madera y solo sirven para que se quemen cada verano.