Las ciudades pequeñas y las personas inseguras temen las estadísticas y les espanta el qué dirán. Cáceres no escapa a ese síntoma de debilidad. La ciudad feliz tiembla cada vez que se anuncian los resultados del Anuario de La Caixa o de cualquier encuesta que dictamine sobre algo tan relativo como dónde se vive mejor en España.

Las ciudades que se creen dichosas suelen pretender que su júbilo se conozca, se proclame y se envidie. Y claro, aparecen las estadísticas y cunde la desazón: si los datos no certifican la felicidad, al cacereño le embarga la duda: "¿Somos una capital de primera... Nos engañamos... Qué pensarán de nosotros?".

La semana pasada se publicaba el Anuario de La Caixa y de nuevo, las estadísticas se empeñaban en desmentir la felicidad cacereña. Cáceres, en fin, es la provincia 28 de España en cuanto a bienestar y sólo consigue un cinco raspado. Por debajo sólo se encuentran provincias andaluzas, gallegas, manchegas, castellanas, Teruel y Badajoz.

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Los periodistas de la ciudad feliz saben perfectamente que a los cacereños les privan estas noticias que reafirman o debilitan su autoestima colectiva. En Cáceres gustó mucho saber que en el 2001, la capital había sido la que más había crecido de España en población: un 4.6%. También ha complacido ser la sexta en crecimiento en el 2002. Pero desespera si se recuerda que es la capital de provincia más poblada que carece de autovía.

En Cáceres hace gracia la curiosidad histórica de ser la única capital española sin río. Pero humillaba mucho el título, perdido hace poco, de única capital nacional sin párking público. Y desde luego, nada provoca más envaramientos narcisistas que eso de ser el segundo conjunto monumental de Europa, aunque siempre queda la inquietud de que la campeona no sea Roma, Venecia o Atenas, sino una ciudad tan rara como Tallin, en Estonia. ¿No será un premio de consolación para pobres?

Cáceres participa del carácter general de Extremadura como región farolillo rojo . Porque aunque sea cierto que el extremeño ya está orgulloso de serlo, no es menos verdad que un concienzudo estudio realizado en 1998 nos colocaba entre los más bajitos de España, los menos deportistas, los más casaderos, los que menos nos divorciamos, los más trabajadores, los que tenemos más hijos y menos coches, los más católicos y los que menos dinero nos jugamos y poseemos.

Las estadísticas son inflexibles. Extremadura es la que más progresa económicamente y Cáceres la que más crece demográficamente, pero estamos entre los que menos vamos al cine, los que menos periódicos leemos, menos radio oímos y menos vidrio reciclamos. Eso sí, vemos mucho la tele y tenemos un bar por cada 132 ciudadanos, lo cual es un récord sólo superado en Galicia, Baleares y La Rioja.

Sea como sea, todas las estadísticas colocan Cáceres como una ciudad española intermedia donde ni se vive muy bien ni muy mal. Para La Caixa, Cáceres es la capital 28 entre 50. Para ASEP (Análisis Sociológicos Económicos y Políticos), está en el número 24 según el estudio que publicó el año pasado, donde lo más negativo era el coste de la vida, el comercio, la sanidad y el tráfico, mientras que lo positivo eran las instalaciones deportivas, los parques, el ocio, la educación y el clima.

Esta contradicción entre la sensación de felicidad y la crueldad estadística provoca dudas esquizofrénicas en los cacereños. Ha tenido que ser la universidad quien acuda en socorro de la ciudad feliz . Desde varios departamentos ha llegado un concepto salvador: los intangibles.

Se trata de elementos que no evalúan las encuestas, pero que serían la base de la calidad de vida cacereña: tranquilidad, naturaleza, inexistencia de barrios marginales, alimentos... Algo de eso apunta el Anuario de La Caixa cuando suspende a Cáceres en renta, en servicios sanitarios, en empleo, vivienda y comercio. Pero la puntúa cerca del sobresaliente en salud, condiciones de trabajo y convivencia.

O sea, lo que ya sabíamos antes de ser fusilados por los anuarios: somos pobres, sí, pero estamos muy sanos, trabajamos sin agobios y lo que más nos gusta es salir, relacionarnos y disfrutar de nuestra ciudad feliz. Y que le den por ahí a las estadísticas.