Mira que habremos pasado veces por Aljucén. Ya no recordamos bien, pero tal vez, hace años, la vieja carretera tocara alguna esquina del pueblito; luego la nacional te hacía pasar a un tiro de piedra, y ahora, desde la autovía se ve, pero ya ni se roza.

Al cabo de una calle, ya mirando hacia la salida que te planta de nuevo en la carretera, camino de Mérida, está la casa de Santi Feijoo et uxor , es decir y señora , si me permiten los airados enemigos de los latinismos, a los que somos, sin embargo, tan propensos y aficionados.

Llevamos ya un montón de años evocando, buscando, recorriendo y viviendo la huella de nuestros padres romanos y por fin nos hemos encontrado con la horma de nuestro zapato. No hay modo de darle para atrás a la manivela de la historia ni del tiempo, pero sí que podemos sentir algo parecido al latido de aquella, ya tan lejana vida, que fue el germen de todo esto que nos acontece ahora.

El genio, el trabajo, el talento, el pecunio y el afecto que Santi ha puesto en esa obra suya nos han permitido disfrutar de ese escenario peculiarísimo que es Aqua libera . Una casa rural de estilo romano. Y con baños termales y cuidados. Además al alcance de todos. Y sobre todo de los que, como nosotros, sienten la inefable atracción por Roma y todo lo que ese nombre representa.

Después del vestibulum , el atrium cum impluvium , ya saben vuesas mercedes, el vestíbulo de entrada y luego un breve patio abierto al cielo para recoger el agua de la lluvia. Un poquito más adentro el peristylum con sus columnas, y en él el triclinium .

No es el caso ahora de contar y recontar cada uno de los mil detalles que hacen de esa casa un rincón especialísimo en el que conocer, y reconocer, el pálpito de lo que fue una vida, o un modo de vivir, que se apagó hace la friolera de casi dos mil años.

Y las termas. Por los clavos de Cristo que el decoro me sujetó, pero estuve a punto de despojarme de los ropajes para sumergirme en esos atractivos baños de agua templada que, bien seguro estoy, no habrían de dar sólo sosiego a mis atribulados huesos sino a los avatares de este pertinaz y unamuniano sentimiento trágico de la vida , que estos tiempos zaragateros nos cargan sobre los hombros y el corazón.

Y Santi Feijoo, que vino da nossa terra nos llevó luego al embalse de Proserpina, desde donde se ven las colinas sobre las cuales se levantaron, hace tanto, las villae romanas en torno a la magnífica civitas , que trazaron entre el cauce del Albarregas y el Guadiana.

¿Cuántas veces hemos estado en Emérita Augusta? ¿Cuántas hemos mirado, al pasar, el Acueducto de los Milagros?...Incontables. Pero eso: hemos mirado y apenas visto la formidable obra que allí se yergue aún per saecula saeculorum . " ¿Y a quién no sorprende y maravilla esta máquina insigne, esta grandeza?", dice Miguel de Cervantes en aquel famoso soneto. Efectivamente. Pónganse sus señorías cabe las nobles piedras de granito, arcilla y todo lo demás, que conforman tan eminente monumento y ya verán el asombro. Para acabar la impagable jornada, nos asomamos a la tenebrosa oscuridad de una subterránea obra de captación de aguas que aún dura y perdura en los aledaños de la ciudad de los emeriti . ¿Y saben quién pasa por allí, camino del norte? La Vía de la Plata. Hay tanto que comentar- ¡gracias Santi!