Y comenzó 2007, y nada, de momento mudó su naturaleza y yo sigo fumando (tal y como advertí) como un turco. Me paro un segundo y pienso si esta frase no será hiriente a los ojos de lo políticamente correcto y algún colectivo inmigrante me denunciará, pero si corrijo y digo como un carretero seguro que algún sindicalista se me echa encima. Pues digo que sigo fumando como una chimenea, que además viene hoy como muy a propósito en el paseo de este domingo, el más industrial de todos.

Ya dije la pasada semana que Cáceres tuvo un conato industrial, una fiebre minera que arrojó una esperanza de prosperidad que duró algunos años, pocos comparados con la cacereña eternidad.

Ese sueño del fosfato nos legó una serie de edificios, que se enmarcan dentro de la arqueología industrial, a los que pocas veces se les hace caso y por los que pocas personas han demostrado interés. La semana pasada nombré a la Asociación Socio Cultural de Aldea Moret y, ésta, quiero demostrar mi respeto y admiración por el Profesor Antonio Campesino, que tanto ha hecho por la conservación de nuestro rico y variado patrimonio y que hace, cuanto en su mano está (que no es poco) por defender estas construcciones.

Hace algunas semanas hice un brevísimo repaso por la arquitectura del siglo XX, por una parte vimos cómo el historicismo fue una corriente que tuvo dos momentos álgidos, una, en el último tercio del XIX que seguría en la primera década del anterior siglo y un segundo momento, más cargado de nacionalismo, que se materializaría en la década de los veinte, matizado, en ocasiones, por unos lenguajes arquitectónicos racionalistas. Ambos momentos seguirían impregnados de ese eclecticismo decimonónico que no se erradicó hasta la aparición del racionalismo y las corrientes arquitectónicas contemporáneas que irumpieron en nuestra ciudad a partir de mediados de los treinta.

La arquitectura industrial no se verá libre de estos influjos y mostrará claros ejemplos de neohistoricismo, adaptando los edificios a estructuras acastilladas, con sus torrecillas almenadas, fiel reflejo de lo que primaba, por entonces, en la arquitectura civil y religiosa.

Bastantes son los ejemplos que restan en Aldea Moret, y bastantes --también-- los que se han perdido, como la hace poco derribada estación de ferrocarril, proyectada en 1920. Me abstendré de hacer comentarios, porque luego, ya se sabe... Enumeraré sólo algunas de las que aún siguen en pie.

Cercana al poblado minero y a la iglesia de San Eugenio se encuentra la Mina de la Abundancia, que estuvo en activo hasta la década de 1960, con sus aires acastillados medievales, de estilo neohistoricista, que presenta torres cuyos merlones se rematan en albardillas y presenta arcos de medio punto. La mayoría de estas construcciones son latericias, algunas de ellas, como ésta, enfoscadas. Actualmente este edificio alberga un Centro de Interpretación de la Minería en Extremadura que evoca el pasado de esta zona.

No lejano a éste se encuentra el conocido popularmente como edificio Embarcadero, que no es otra cosa sino la fábrica de superfosfatos, edificio de mediados del pasado siglo que responde a los modelos del racionalismo, con gran predomino del cemento. Actualmente está siendo reformado con fondos europeos, según proyecto de Enrique Sobejano y Fuensanta Nieto, como todo el mundo sabe, en una obra que será más larga y costosa que la de El Escorial. Está visto que no puedo evitar dejar de hacer amigos.

Algo más alejadas se encuentran la mina Esmeralda, de imponente apariencia acastillada, construcción latericia que presenta un airoso torreón y la mina de San Salvador, con su altísima chimenea. Debajo de estas minas existe, aún en la actualidad, un depósito acuífero que suministró agua a Cáceres hasta la construcción del embalse de Guadiloba a comienzos de la década de los setenta del pasado siglo.

No quisiera dejar de señalar que fueron más de 30 las minas explotadas, además de las reseñadas recordaré las de María Estuardo, Victoria, Labradora, Flor de Extremadura, Lucero, Estrella, Explotadora, Perla, Esperanza, Lucero o María Cuco.

Dejando estas construcciones, y sintiendo, en el corazón, no poder dedicarles más espacio, antes de abandonar Aldea Moret, nos acercaremos, junto a la glorieta de la carretera de Badajoz, a contemplar la hermosa Casa de las Corchuelas, de origen medieval, reformada en el siglo XVI. Era ésta la primera casa fuerte situada fuera del núcleo urbano y nos anticipa lo que será el término, sucesión de construcciones fortificadas que defendían el inmenso alfoz de los extrños y a sus propietarios de las banderías.

Propiedad de Golfines y Carvajales, cuyas armas se encuentran en la casa, pasó a los marqueses de Camarena y de ellos la heredaron sus actuales propietarios los Márquez de la Plata. Su torre debió poseer una notable altura antes de su desmoche por la ordenanza de pacificación de los bandos de la reina Isabel la Católica que no afectó sólo a las torres de la Villa, sino también a las del campo.

Y aquí nos despedimos del núcleo urbano y comienza nuestro paseo por el alfoz, plagado de castillos y casas fuertes, de ermitas y torreones. Cáceres eterno también fuera de sus murallas, campo plagado de blasones, de desafíos al cielo y de sangres antiguas derramadas.