Desde que el 17 de julio de 1303, el rey castellano Fernando IV concediese a la villa cacereña el uso de las rondas exteriores del recinto amurallado, para poder edificar casas y barrios por «juros de heredad», se inicia un proceso de desarrollo urbano que tendrá como resultado final la creación de un arrabal gremial y artesano, que se encuentra en el origen de la ciudad abierta, un espacio de arquitectura diferente y señas de identidad propias.

El arrabal cacereño es un barrio original y diverso, que aún guarda en su toponimia el rastro de su pasado histórico y social. Calles como Caleros, Ribera de Curtidores, Hornillo o Zapatería, nos introducen en la ocupación de un espacio urbano, por parte de menestrales y clase trabajadora que han sido de capital importancia en el desarrollo de la ciudad extramuros. Con el paso de los siglos, este arrabal de diseño popular y calles empedradas, ha seguido manteniendo su carácter abierto y plural. Sigue siendo lugar de cobijo tanto del vecindario de toda la vida, como de nuevos moradores que aportan futuro al viejo barrio.

El pasado 16 de diciembre se celebró una jornada de reivindicación, por parte del vecindario, para redimir las calles y plazas del arrabal cacereño y ponerlas al servicio del conocimiento y también del ocio. Jornada donde el protagonismo fue de los niños y de las gentes del barrio que, en su afán de potenciar la convivencia y la calidad de vida, programaron una serie de actividades para visualizar los problemas del arrabal y las actuaciones de futuro. Se solicitaba un barrio coherente, con un modelo de ciudad sostenible por y para todas las personas que lo habitan, defendiendo una convivencia pacífica, solidaria, multicultural e igualitaria, así como la prestación de un adecuado servicio de alumbrado y limpieza pública y la instalación de equipamientos básicos como papeleras y contenedores de reciclaje, para que la suciedad no se apodere de los lugares destinados a la convivencia vecinal. Se demandó a las diferentes administraciones que se realicen actividades en sus calles y plazas, que se tenga en cuenta a esta parte de la ciudad histórica, para la cultura y para el ocio activo. Lo mismo ocurrió con respecto a la protección del patrimonio arquitectónico de un barrio que se encuentra en evolución permanente, especialmente se insistió en el estado del Palacio de Godoy, una construcción del siglo XVI protegida como monumento, a la que José Ramón Mélida llego a definir como «el mejor ejemplar cacereño de construcción urbana del Renacimiento», cuya situación de abandono es un insulto, tanto para el barrio como para el patrimonio arquitectónico de la ciudad. Idéntica situación en la que se encuentra la antigua escuela de El Madruelo, inaugurada en 1941 junto a la Ribera del Marco y a día de hoy sin uso alguno.

El viejo arrabal gremial se ha convertido en lugar para el turismo y para la vida, aparte de sus propios monumentos como la Iglesia de Santiago, el Palacio de Godoy o su inconfundible paisaje urbano, desde hace unos años se esta produciendo un boom de alojamientos turísticos, así como la rehabilitación de parte del viejo caserío, que ahora es ocupado por jóvenes familias que desean vivir en un barrio diferente y cargado de historia.