Personalmente valoro mucho el trabajo de aquellas personas que se dedican a recoger las tradiciones que por el paso del tiempo pueden quedar sepultadas en el olvido. Son aquellos que “pierden” su tiempo y con grabador en mano van pidiendo a los que guardan en su memoria, canciones, cuentos, dichos... que son el reflejo del pensamiento de épocas pasadas.

Que sería de nosotros sin la historia, apoyada siempre en documentos, manuscritos, que recogen lo que pasaba. Pero ahora me refiero mas a esas cosas que están en la cabeza de pequeños grupos de personas y son reflejos de historias más particulares, pero muy interesantes, porque reflejan situaciones vivenciales muy ciertas.

Digo esto porque el pasado fin de semana un amigo octogenario, cacereño de toda la vida y vecino del barrio de San Blas, se acercó en las fiestas pasadas a comprar sus roscas y a criticar al cura de la parroquia, porque con la romería del Santo llenaba las alforjas trabajando un solo día.

En esa visita me relató una poesía que circulaba por Cáceres en la década de los sesenta, y que hacía referencia al ambiente católico practicante de la época. Quiero que la misma sirva de homenaje a estas personas que guardan lo que pasó, por encima de prejuicios baratos y con una mente sana e integradora.

La poseía puede ser corroborada por católicos de la ciudad que vivieron aquella época y de la que quizá fueron protagonistas. Dice así: Si cuidas tu salvación/ que es un asunto muy serio,/no te pierdas un sermón de los de Don Emeterio.

Y si aún te sobra fe/ como cuadra a un buen cristiano,/ sal corriendo a San José/ y escucha a Don Severiano.

Y si sigues insistiendo siempre en lo mismo/ pásate por San Blas/ y escucha a Don Benigno.

Y si no estás contento aún/ y vas con tu sobrino,/ pásate por la patrona y escucha a Don Florentino. (Gracias Quini Carrasco).