El Cacereño agoniza por esos campos de Tercera y la afición se ha despegado del club. Sin embargo, cuando el C. P. Cacereño juega fuera, sigue despertando expectación. Aunque atención, lo que atrae a las aficiones no es el juego, sino su autobús. El Cacereño pierde ya hasta en Sierra de Fuentes, pero siempre le queda el autobús. El equipo va a Burguillos del Cerro o a Monesterio y las directivas no declaran el partido Día del Club... Todavía si sacaran el autobús al césped... Y es que en la ciudad feliz se puede presumir poco de gran equipo de fútbol, pero siempre ha habido un consuelo que permitía compararnos con los grandes.

La tribuna de Munich

En los años 70, el equipo naufragaba, pero la ciudad feliz inauguraba el estadio Príncipe Felipe, cuya cubierta de tribuna tenía los mismos fundamentos arquitectónicos que la del estadio Olímpico de Munich. Ahora que los muniqueses van a jubilar su estadio, los cacereños han encontrado en el autobús del club, igualico que el del Real Madrid, el consuelo de sus desventuras.

Ganar no ganaremos, pero presumimos un montón y en la ciudad feliz , lo de presumir siempre ha sido un valor seguro. Porque hace 40 años, el Cacereño jugaba y ganaba al Valladolid, al Burgos, a la Leonesa y a la Ponferradina, pero el equipo viajaba en la furgoneta de Magantos y aquello daba mucha vergüenza. Ahora nos zurra el Cerro de Reyes, pero más vale derrota con bus megaguay que victoria con furgoneta.

En los 50 y en los 60, el Cacereño jugaba en el llamado grupo del frío. Había que viajar, en pleno invierno, a ciudades del norte de Castilla por carreteras de tierra, sorteando precipicios espectaculares. Recuerda Tomás Pérez, que ya viajaba con el equipo para retransmitir los partidos, que la furgoneta de Magantos no tenía calefacción.

La DKW contaba con dos bancos corridos y en medio había una chapa de hierro sobre la que ponían pacas de algodón a las que prendían fuego con alcohol y así resistían el frío. En una ocasión, la nieve atrapó la furgoneta en el puerto de Vallejera y el equipo tuvo que pasar allí dos días. La expedición solía llegar a Cáceres a las ocho de la mañana del lunes y Tomás Pérez se aseaba en los lavabos del café Toledo y se iba directamente a despachar a la tienda de Mendieta.

Así eran aquellos viajes, pero el equipo ganaba al Palencia, al Moscardó y a la Gimnástica Segoviana. Después llegó el autobús de García Congregado (alias Magantos), que además de conductor, hacía de entrenador, y se mantuvo el tipo. Ahora, ya ven, el equipo entona el blues del autobús una semana sí y otra también y la solución no es cambiar de presidente, sino recuperar la furgoneta de Magantos y al propio Magantos como míster y vender ese autobús que farda mucho, pero es gafe.