Todo fue un accidente". Con esta afirmación de Samuel Guerra Méndez, autor del disparo que en la noche del 17 de marzo del 2004 acabó con la vida del joven casareño de 24 años Agustín Garzo Bravo, comenzó ayer el juicio por el conocido como el caso del crimen de la calle Pintores.

Samuel Guerra, de 22 años, al que se acusa de los delitos de homicidio imprudente y tenencia ilícita de armas, por los que se enfrenta a penas de hasta 7 años de prisión, se reconoció en todo momento autor del disparo que acabó con la vida de quien afirmó "era un buen amigo", pero negó que el arma fuera suya y manifestó que todo había comenzado como un juego.

Relató que él, Agustín y otro amigo habían estado en el bar que regentaba consumiendo cocaína cuando decidieron irse a su casa, situada en la calle Pintores, a seguir consumiendo. "Ya en casa Agustín sacó la pistola, quitó el cargador y empezó a apuntarnos, entonces se la quité y le apunté yo a él. Como había quitado el cargador disparé, porque no pensé que pudiera haber una bala en la recámara".

Al comprobar que Agustín estaba herido el acusado y el otro amigo, no sin antes arrojar la pistola a un tejado próximo, le bajaron a la calle y pidieron en un bar cercano que dieran aviso al 112, "y cuando la ambulancia llegó nos marchamos".

Su testimonio fue corroborado por el otro joven que presenció el suceso, así como por la compañera del acusado, que se encontraba en la casa con la hija de ambos, pero tanto el fiscal como el abogado de la acusación particular llamaron la atención sobre algunas de las contradicciones que en el juicio incurrieron con respecto a las declaraciones prestadas tras el suceso. Significaron, entre otras, el hecho de que la compañera había declarado que la pistola la tenía Samuel en casa y a veces la llevaba encima, mientras que ayer, durante el juicio, dijo que sólo la había tenido un día.

Tanto el fiscal como el abogado de la acusación plantearon también otras cuestiones al acusado, como el por qué, si estaban jugando, apretó el gatillo; por qué, si había sido un accidente, se deshizo de la pistola y huyó en lugar de acompañar al herido al hospital; o por qué no se entregó a la policía. A todas estas preguntas respondió el acusado con una misma respuesta: "estaba muy drogado y asustado".

PETICION DE PENAS Precisamente la drogadicción del acusado --es consumidor de cocaína y otras drogas desde los 14 años-- fue planteada como atenuante por su abogado para solicitar dos años de prisión por el delito de homicidio imprudente, "que ha sido reconocido". Por este delito el fiscal solicitó una pena de tres años y nueve meses y la acusación particular cuatro años.

Y mientras el fiscal y la acusación imputan también a Samuel Guerra un delito de tenencia ilícita de armas, por el que solicitan dos años y nueve meses y tres años de prisión respectivamente, la defensa considera que no se le puede imputar este delito, "pues no se ha demostrado que el arma fuera de Samuel y sí, por el contrario, que la víctima la había manipulado el mismo día del suceso, pues había restos de pólvora en sus manos".

Además, el fiscal y la acusación solicitan que se condene al acusado a indemnizar a los padres y el hermano de su víctima con 120.000 euros.