La pasada semana, varios publicistas y comunicadores cacereños comieron en un restaurante de la ciudad feliz . Uno de los temas de conversación fue el debate entre Carod Rovira y Rodríguez Ibarra en el programa televisivo Las cerezas .

Los expertos opinaban que Carod y Julia Otero le habían hecho la cama a Ibarra y que el presidente llevaba un nudo de corbata estrecho y antiguo mientras que el del líder de Esquerra era ancho, moderno y le daba seguridad. Analizaban las estudiadas pausas dramáticas del catalán y la espontaneidad del extremeño, siempre al borde del abismo.

Concluían, en fin, que mientras los partidos catalanes cuentan con los grandes gurús españoles de la publicidad y la comunicación, el presidente Ibarra continúa dependiendo exclusivamente de su intuición política. Clamaban, en fin, por la creación de un gabinete efectivo de consejeros de imagen que arropara al presidente.

La consejera y la corbata

Fue en ese punto cuando salió a colación la consejera de Comunicación Lola Pallero. Se justificó su falta de dedicación a las corbatas y a la imagen del presidente por estar centrada en la tele autonómica y porque no parece que Ibarra esté dispuesto a atender a las zarandajas de la semiótica.

Finalmente, hubo un punto de nostalgia comparando aquella Lola Pallero, estudiante de Derecho en la ciudad feliz , que venía desde Arroyo en autobús cada mañana, y la Lola consejera de última generación.

Las dos fotografías que ilustran esta página permiten comparar aquella Lola Pallero de 1998, con camiseta blanca, melena al viento, mirada abierta y gesto de expectación, con la Lola Pallero de 2004, sofisticada, tan seria como hace seis años, pero con un punto de escepticismo prudente en la mirada y el gesto marcado por tiempos de vértigo y sorbos de hiel y miel.

Lola Pallero es un ejemplo más de cómo la ciudad feliz es el perfecto trampolín para quienes han ido llegando a ella a lo largo de los años en aquellas DKV pueblerinas que se detenían cada mañana en el bar La Parada.

En la ciudad feliz siempre se miró por encima del hombro a esos vecinos de pueblo que se establecieron en Cáceres marcados por la necesidad de sobrevivir y hoy gobiernan municipios, diputaciones y consejerías. El presidente de la Diputación es de Casar, los diputados, de Malpartida, la consejera, de Arroyo... En Cáceres viven muchos alcaldes de la provincia, que trabajan en la capital de lunes a viernes y gobiernan sus pueblos los fines de semana.

Los cacereños cacereñúos siguen sintiéndose superiores, pero se han quedado estancados en su autocomplacencia. Los de los pueblos han evolucionado, se han modernizado y son los que mandan. Si les queda alguna duda, comparen el ayer y el hoy de Lola Pallero.