Seria e imponente fue la corrida que enviaron los Herederos del Conde de la Corte. Cinco lucieron el hierro de María Olea y tan sólo el sexto llevó el principal de la casa. El público iba a ver una corrida torista y ovacionó la salida de casi todos. No era para menos, pues la fachada era espectacular. Después, el juego fue desigual. Destacó un toro que mantiene alto el honor de la casa. El segundo, con el que Bejarano abrió la puerta grande, resultó bravo, boyante y de alegre tranco. Bien es cierto que el diestro cacereño lo lució. Se lo sacó a los medios, le dió distancia y aprovechó las buenas condiciones del animal. Transmitieron las series por el derecho y algunos naturales dentro de una faena animosa, variada y de mucha entrega. No era toro fácil para torero poco placeado y la verdad es que Bejarano estuvo a la altura de las circunstancias. El quinto asustó en banderillas y el torero local no lo vió claro en la muleta.

Un galán de 650 kilos

El que abrió plaza fue un galán de 650 kilos. No tuvo mal son, se dejó llevar, aunque le costo desplazar tanta envergadura. Con él, Ferrera logró los mejores momentos de su actuación. Banderilleó con soltura, se mostró seguro y dispuesto con la muleta, y recetó una gran estocada que le valió para cortar la oreja. Con el cuarto, quiso el torero pero no pudo. Ya en banderillas el toro fue suelto y a su aire, y en la muleta protestó siempre y se quedaba corto.

Se presentaba en esta plaza Serafín Marín que es uno de los toreros en mejor momento, pero tuvo pocas opciones para demostrarlo. El suyo fue sin duda el peor lote de la tarde. El tercero blandeó, se defendió y no pasaba en la muleta. Marín lo intentó, quiso justificarse, pero alargó en exceso una faena que tuvo un resultado deslucido. El sexto fue otro de los toros que imponían por delante. Enseñaba las puntas y Serafín salió sin pensarlo dos veces a lancearlo rodilla en tierra y después a la verónica, pero el animal se frenaba. Recibió un largo puyazo y desarrolló sentido en la muleta. El torero catalán expuso, aguantó las tarascadas que tiraba el condeso a mitad de viaje y anduvo ante él con dignidad. A medida que avanzaba la faena, el toro se iba poniendo más complicado y Marín acabó peleándose. Lidia meritoria, pero faena de poco lucimiento artístico.