Benjamín Salado (Cáceres 1977) es un artista multidisciplinar al que no se le resiste ninguna especialidad. En sus 20 años de trayectoria ha cambiado muchas veces de lienzo, desde la aerografía hasta llegar al tatuaje (donde colabora con Eduardo Galera en Estudio 23) ha pasado por la restauración de muebles, la decoración de interiores y el diseño gráfico, entre otras disciplinas. En el gremio le conocen como ‘Ben Tocha’, pseudónimo con el que firma exposiciones y paredes, pincha música y participa en proyectos artísticos a través de la colaboración y la transformación de espacios. Estos días está metido de lleno en el proyecto ‘RGB’ de la Aupex, donde ejerce como director artístico. Además, participa de las intervenciones que hace la asociación ‘Segundo Asalto’ y la iniciativa ‘Muro Crítico’.

-¿Cómo empezó en el grafiti?

-Empecé a los 18 años más o menos. En aquella época teníamos que escondernos en sitios abandonados donde no pudiera vernos la policía. Unos años después hicimos una asociación y yo iba al ayuntamiento a pedir permisos. A partir de ahí empezamos a hacer exhibiciones en la ciudad. La primera, curiosamente, no fue legal y la hicimos en la ciudad de deportiva con ‘Silk’, uno de los primeros grafiteros que había en Cáceres. Fueron unos años en los que el grafiti se empezó a ver mejor y nos llamaban para hacer trabajos.

-¿Recuerda cuál fue el primer trabajo que le encargaron?

-Claro que lo recuerdo. Fue en las casetas de la feria, que antiguamente se pintaban con decoraciones de grafitis. Aquello fue un espectáculo. Nos llevaron a comprar botes y tuvimos que ir a Badajoz porque aquí no había. Fue una pasada, estábamos 6 o 7 tíos para pintar una caseta entera.

-¿En qué momento decidió que se iba a dedicar a esto de manera profesional?

-Estudié en la Escuela de Bellas Artes de Eulogio Blasco, donde hice diseño gráfico. Pero entonces no era como ahora, todo con programas. Hacías un poco lo que querías y yo hice aerografía. Cuando terminé estuve trabajando con Federico Villena, quién me enseñó la parte de hablar con los clientes, hacer los bocetos, ver lo locales, etc. Él era aerografista, se dedicaba a la restauración y la decoración. Cuando deje de trabajar con Federico no me quedaba otra que tirar para adelante con lo que me gustaba. No es fácil, pero cuando te levantas cada día y sabes que lo que vas hacer para ganarte el pan es lo que más te gusta es un lujo.

-Hace grafitis, aerografía, diseño gráfico y tatuajes, entre otras cosas. De todas estas disciplinas ¿cuál es la que le da de comer en la actualidad?

-En esta nueva época el tema de ‘tattoo’ es lo que más me está convenciendo. Ya no está tan mal visto, le pasa un poco como al grafiti. A parte de que me encanta porque para mí el dibujo y la ilustración es quizás es lo que más me llama.

-¿Qué oportunidades ofrece la ciudad a los jóvenes artistas?

El tema de la juventud en Cáceres está parado. Nosotros antes teníamos más ayudas. Con el tema del grafiti nos daban una subvención de 600 o 700 euros al año para poder hacer exhibiciones, talleres, etc. Ya todo esto se ha perdido. Los chicos de ahora tienen unas ganas locas de dibujar, de aprender el grafiti y no hay nadie que se lo enseñe. Ha habido un retroceso.