Gracias al calor tenemos las vistas que tenemos, porque en Suecia no pasa esto. Si antes te habías de conformar con el inicio de los pechos femeninos, ahora no te cansas de contemplar ombligos y bragas de distintos colores. Y como las bragas también van descendiendo, ves los indicios de ranuras prometedoras. Esto debe hacerse en pequeñas dosis y paulatinamente, pues para quienes procedemos de tiempos en los que la manga debía llegar más abajo del codo y el escote casi ahogaba a sus portadoras, estos espectáculos pueden ser mortales. Estos comportamientos dan lugar a una discusión acerca de la moralidad de las jóvenes y la permisividad de sus familiares que no tienen solución por ahora. ¿Deben mirar todos los hombres esas cosas? Las propietarias de tales excelencias, que según la moral actual (si bien hay quienes aseguran que no hay moral en estos tiempos) son dueñas de hacer lo que quieran con su cuerpo, son conscientes de las longitudes de sus vestimentas, de las porciones de cuerpo que dejan al descubierto y de la tendencia de los hombres a echar una miradita. Puesto que no portan un cartelito en que se advierta de que sólo pueden mirar adolescentes, jóvenes o personas concretas, debe suponerse que se presentan como un espectáculo de utilidad pública, pues de lo contrario llevarían un jersey de cuello vuelto y hasta un refajo cubriendo el ombligo. De modo que los hombres estamos obligados a mirar esas cosas, porque una nena que se piensa poseedora de unos pechos exquisitos, que los presenta a cuantos pasean la ciudad y percibe que nadie se fija en ellos la pobrecita se sentirá frustrada.